EL cuatrimestre termina. Las clases en la Universidad de Buenos Aires terminan, y un ciclo se cierra, o por lo menos la mitad de él. Medio círculo. En estos meses de cursada en el Taller de Expresión viví muchas cosas. Encontré un espacio en donde mi creatividad era bienvenida. Hallé un lugar en donde la escritura, una herramienta que siempre me interesó desarrollar, podía ser pulida y refinada.
Trabajé, rezongué, critique, observé, leí, me sorprendí, descubrí. Y ahora la mitad del año concluye con la primer parte de la cursada. Conocí gente valiosa, no solo como personas sino como escritores, como estudiantes, como futuros profesionales de la Comunicación. Para ellos, mi homenaje. Encontré una metodología de enseñanza única y maravillosa: clases en ronda, discusión informal teñida de formalidad, formalidades convertidas en informalidades. Interesantes modos de escritura, conceptos, ideas, propuestas, algunas mejor recibidas que otras, pero al fin y al cabo, valiosas.
A pesar de los reproches que uno pueda tener, la verdad que no me puedo quejar. Me llevo muchas cosas de esta parte de la cursada, más allá de las críticas o de las charlas, siento que es la primera vez en mi corta experiencia universitaria que una materia me llena más allá de apuntes o papeles. De verdad, me sentí en una atmósfera de trabajo digna, nueva para mí, rica.
Sin caer en la demagogia, ni en el "chupamediesismo", mis más cálidos saludos a todos los que hicieron y hacen posible este gran viaje.
Y para terminar, después de tanto transpirar, la carpeta está completa, los textos estan subidos. Me voy de viaje, aunque sea mi mente ya se fué. Mi escritor esta volando, y me dice hasta luego, necesito vacaciones con urgencia. Ya se fue, en busca de nuevos horizontes, nuevos caminos que se le abren. Ideas nuevas que le aparecen.Relajación, una pausa, hasta el próximo encuentro.
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