Este relato del escritor ruso me resultó de lo más enigmático. Por empezar, la forma en la que esta estructurado el relato. El tiempo es muy relativo, no se respeta una linealidad, sino que hay un espacio de la historia que se suprime, quizás para acelerar las acciones en un relato de una extensión breve.
El narrador es participe directo, relata en primera persona y observa todo inmerso en la historia. El autor, a través de esta forma de relatar, desarrolla soliloquios, parábolas mentales que van interpretando, a medida que se desenvuelve la escena, de que se trata lo que observan los protagonistas.
Al final el desenlace no aclara, digamos que disipa algo de la niebla que fue elaborando el relato, pero no toda. Cada uno es libre de interpretar el final según le parezca, lo que todos coincidimos es que se llevó a cabo un acto de perversión sexual, de corrupción hacia el cuerpo de la recién casada.
Al finalizar la lectura del cuento de Chejov, me queda una sensación agridulce, no del todo gratificante. Es como una ventana semiabierta, nos deja ver ciertas partes de un todo que no llegamos a contemplar, y quizás, nunca lleguemos a observarlo tal como el escritor ruso lo dibujo en su mente.
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