lunes, 17 de mayo de 2010

Desglosando a Clifford Geertz


Geertz destaca de manera primordial, lo que considera como el problema más grande que tienen los antropólogos a la hora de escribir un texto etnográfico. A mi manera de verlo, sería, algo así como el cóctel perfecto entre : convencer al lector, demostrar la experiencia vivida más haya de un mero relato descriptivo, e impregnar en su totalidad el texto de un tinte propio del autor.

Esta mezcla de atributos debería confluir en que el lector de ese texto etnográfico se sienta inmerso en esa gran jungla, en esa tribu Baruya, en esa civilización perdida. El texto debe trascender la propia experiencia de viaje del autor. Esa obra debe ser un viaje en sí misma.

Geertz mediante ejemplos, ilustra los errores en los cuales un etnógrafo puede recaer: un posicionamiento etnocéntrico que posicione al “otro” como al ser exótico, amenazador, lejos de ser objeto de un análisis científico. Otro, cómo en el caso del texto de Danforth, nos muestra una cercanía con el otro algo forzada, más bien una necesidad imperativa de sentirse a la par del ser en estudio, pero, bajo mi lectura critica, no tan sincera como el autor la menciona, más bien como una estrategia de convencimiento hacia el lector.

Cierra su texto caracterizando a cuatro etnógrafos que, según su punto de vista, trascendieron sus propias obras, y cómo explicó Foucault citando a Marx y a Freud, generaron infinitos discursos de sus propios pensamientos. Dentro del campo antropológico, Geertz cita a Levis-Strauss, Malinowski, Benedict y Evans-Pritchard.

Siempre resalta el valor de la escritura como herramienta para forjar la sensación de “estar allí”. Descuidada por antropólogos de la vieja ola, revalorizada por creadores de la talla de Levis-Strauss, quien escribió obras que bien podrían encajar en el género literario más que en el científico.

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