miércoles, 10 de noviembre de 2010

“La depresión” Un ensayo sobre la libertad, el sentido de la vida y otras yerbas. (Proyecto de Ensayo)



¿Por qué nos deprimimos? ¿ Cómo tres palabras de la persona indicada y bien pronunciadas nos pueden arruinar el día? ¿Cómo algo que pasó, o que no pasó, nos puede dificultar todas nuestras tareas cotidianas? ¿De qué manera influye la acción de un tercero para que, lisa y llanamente, nos deje los ánimos por el suelo, nos pisotee la autoestima y nos cague la existencia? ¿Realmente ganamos algo con semejante malestar interno?

Reflexiono sobre mi vida, la deposito en una hoja en blanco y trazo un recorrido. Puntos de referencia, marcas, idas y vueltas. ¿Cuáles son los momentos que prevalecen? Los buenos, de eso no hay dudas, sin embargo son los más tristes y nebulosos los que al salir a la luz, lastiman y hieren sin piedad, y golpean más fuerte que cualquier bonito recuerdo. ¿Cuál es la causa de la depresión? Pienso que ningún mortal, filósofo, intelectual o pensador pudo conseguir el motivo. Nunca jamás se atrevieron a abrir aquella puerta secreta y descifrar el enigma.

Todo se ordena con más claridad. Se me ocurre que las causas tal vez son más profundas. Quizás la razón, el paradigma depresivo se encuentre en lo más profundo de nuestro ser, y desde allí nos arrastre , nos aprisione. Me pregunto si se encuentra en nuestro ADN. Sí, en nuestros genes. Estudios científicos avalan que todo, absolutamente todo lo que configura nuestra personalidad se encuentra en nuestras cadenas de ácido desoxirribonucléico: nuestro humor, nuestra timidez, nuestro ego, nuestra simpatía, nuestro valor... ¿ Estará allí también nuestra tendencia hacia la depresión?
Desde esta arista que acabo de hallar, surgen en mí nuevos interrogantes: ¿Si nuestros antepasados fueron sujetos alegres y optimistas en la mayor parte de sus vidas, eso significa que nosotros rara vez nos deprimiremos? O también podemos verlo desde la otra cara de la moneda: si nuestros ancestros fueron personas depresivas y con tendencia autodestructiva, nosotros estaremos condenados a repetir su camino? ¿Será el suicidio una elección, o tal vez será un acontecimiento que algunos esperan y otros jamás lo experimentarán por más que lo deseen?

Me detengo por un segundo en la reflexión acerca de la cuestión genética e indago a fondo en otro plano: nuestra niñez. Así es: la depresión se podría haber gestado desde la infancia y , principalmente, impulsada por dos de las instituciones básicas de la civilización capitalista contemporánea: la familia y la escuela.
En el ensayo de Louis Althusser “Ideología y Aparatos ideológicos del Estado”, el filósofo manifiesta que estos dos aparatos ideológicos nos adoctrinan y nos educan para que nos sometamos cual esclavos a la ideología dominante. En palabras del autor: “ Cinco horas de escuela, son cinco horas de adoctrinamiento capitalista”. ¿Encontramos aquí la clave de la cuestión depresiva? ¿La depresión sería algo similar a una bestia sumida en un profundo letargo, que poco a poco abre los ojos y despierta en los momentos más inesperados de nuestras vidas?
La vorágine del capitalismo no nos ayuda a salvar nuestros estados más pesimistas y depresivos, al contrario, nos impulsa a caer cada vez más. La vida diaria es vertiginosa, el reloj nos captura y cada vez nos llenamos de más horarios, rutinas y presiones. Se nos ofrecen escapes pasajeros que no son para nada saludables y deterioran nuestra salud y nuestro medio ambiente: fumamos cigarrillos, tomamos alcohol, consumimos todo tipo de drogas y psico-fármacos, manejamos automóviles a altas velocidades. Todo en este mundo trae consecuencias que a veces no planeamos: nos enfadamos con las personas que tenemos alrededor, con nuestros pares, con nuestros semejantes, con nosotros mismos. Pasamos del amor al odio en un santiamén, pero no somos del todo culpables de todos estos síntomas. La vida en la ciudad nos agobia, pero al mismo tiempo se nos hace muy difícil escapar de ella. Vivimos al límite, y muchas veces nos descuidamos a nosotros mismos por llegar a tiempo a una cita, por cumplir con una tarea, o por no perder un trabajo. Pero así nos educamos, esa es la manera correcta de vivir la vida. ¿Lo és?
La tecnología tampoco ayuda demasiado. Como Horkeimer y Adorno teorizan de manera brillante en sus escritos, los avances en materia de comunicación nos brindan una falsa ilusión de estar conectados en todo momento y con todo el mundo. La realidad es mucho más cruda: terminan aislándonos, nos igualan hasta tal punto de que nos volvemos un número, una cifra perdida en el ciberespacio, un punto en el infinito. ¿ Conoce el operador de la compañía telefónica la enorme amplitud de su pregunta cuando, al acudir por su auxilio, nos interroga con un amable: ¿En qué puedo ayudarlo? ¿No somos acaso una simple cifra, un caso entre millones para él? Estamos solos, pero creemos que siempre estamos acompañados. ¿ Vislumbramos una ayuda por parte de la tecnología para salir del pozo más profundo en el que podamos hundirnos? Quizás sí, quizás no, pero no creo que sea una salida permanente, sino más bien, transitoria.
Todas estas cuestiones las mamamos desde chicos. ¿Es realmente así? ¿ Junto con el teorema de Pitágoras, el relieve de la meseta Patagónica y las tablas de multiplicar, aprendemos que la tecnología nos conecta, que la vida hay que vivirla lo más rápido posible y que los vicios nos ayudan a escapar de nuestros problemas? ¿ A esto se refería Althusser con adoctrinamiento capitalista?
Siglos atrás, cuando los humanos se encontraban abatidos y no sabían que rumbo darle a sus vidas, buscaban una palabra de aliento en los más sabios. En aquel momento, se consideraba a los ancianos como los sujetos más respetables y adecuados para sacarnos del pozo. Los hechiceros, los magos, los brujos, los gurúes, los mentalistas, los consejeros, los escribas, los jefes de las tribus: todos ancianos que aconsejaban tanto a reyes como a plebeyos en su búsqueda por la sabiduría.
Hoy en día los tiempos han cambiado. En el siglo XXI ya no se respeta tanto la palabra de los mayores. Al contrario, se lo aísla, se le falta el respeto, y en muchas culturas, se lo maltrata a tal punto de confinarlo a un geriátrico (organismo de control y depósito de ancianos que reúne elementos del hospital, la cárcel y el manicomio)
La ayuda con la que contamos hoy en día esta hecha a medida de los tiempos que corren. Aquel viento del sur que endereza nuestras velas y orienta nuestro rumbo se ha convertido en una profesión, símbolo de la era contemporánea: se trata de los psicólogos. Ellos son los gurúes del nuevo milenio. Se nos ofrecen cual mercancías, ya no cuentan con esa cuota de personalidad y misticismo con la que contaban los viejos consejeros medievales o los hechiceros de las tribus. Son un producto más, otro servicio ofrecido en este sistema vertiginoso y fuera de control para el grueso de la población sometida. Debemos solucionar nuestros problemas rápido, y los psicólogos son buenos para eso. ¿Realmente lo son?
No estoy en contra de la terapia psicológica como puede parecer a simple vista, es más, pienso que en muchos casos ayuda y orienta a muchas personas con sus dificultades a tratar. Solo resalto como ha cambiado la historia, ya que anteriormente, al pedir un consejo, se entablaba todo un enorme ritual de ayuda y respeto. Hoy en día, se reduce a una sesión con horarios, códigos y tarifas sin excepción.
¿Será la psicología la cura de la nueva era a nuestras depresiones? ¿Podrá combatir ese mal que somete a tanta gente? Pienso que cada ser humano es diferente, que no podemos concluir en que la terapia es la solución absoluta a todo mal. Es tan solo una opción, quizás la más respetable y mejor vista que nos ofrece el sistema capitalista para apalear nuestros fantasmas.
Para finalizar, y para orientarnos hacia que camino seguir, como verlo y analizarlo, podemos recurrir a una frase del filósofo francés Jean Paul Sartre, quien dijo: “El hombre es lo que hace con lo que hicieron de él” Quizás esto ayude a esclarecer el asunto. La depresión no se nos apareció de la nada. No se nos reveló como una divinidad cuando aquella persona nos agredió o lastimó nuestro ego. Es un proceso mucho más complejo. Tal vez me aproximé a las causas al indagar respecto a cuestiones de herencia genética, adoctrinamiento capitalista escolar o familiar, o sobre la vertiginosa vida capitalista que la mayoría llevamos. También puede pasar que me haya alejado años luz del meollo del asunto. Podría ocurrir también que nunca lo encuentre, y que el enigma de porque nos deprimimos jamás se resuelva. Si podemos llegar al punto de decir que Sartre estaba en lo cierto: nada se da porque sí en el hombre y en este mundo. Siempre habrá algo previo que nos configuró a lo que somos hoy en día. Esta filosofía viene acompañada por otro precepto Sartriano: “La existencia precede a la esencia”. La raza humana no nace con un sentido, no salimos a la matriz cuál Neo con una misión en la vida. Tampoco es una visión tan pesimista como la que desarrollaron los nihilistas, Nietchze a la cabeza, quienes sostenían que no teníamos propósito alguno en este mundo. El paso del hombre por el planeta Tierra era intrascendente: nacemos, vivimos y morimos. Sartre nos dice que el sentido lo construimos nosotros día a día: poniéndonos metas, elaborando proyectos, proponiéndonos cambios, tomando decisiones y fundamentalmente, manteniendo vivo el anhelo de libertad a lo largo de toda la vida. Aquella libertad que nos impide perder nuestra esencia. Esa esencia construida que la vamos delineando hasta nuestro último respiro en este planeta.
No logré divisar con claridad la causa del mal depresivo que todos sufrimos en algún momento de nuestras vidas. Tampoco pude concluir en cual es la ayuda indicada, porque no soy quien para asegurar que los psicólogos son nuestros ángeles salvadores. Quizás la función de este texto sea la de disparar preguntas más que la de aclarar dudar y hallar respuestas. Solo puedo afirmar que el pensamiento de Sartre me abrió los ojos. Si conservamos nuestro anhelo libertario, podremos construir un sentido para nuestras vidas, una esencia tan rica y pura, que nos impedirá caer ante la oscura depresión. O tal vez caeremos, pero nos levantaremos una y otra vez, y cada vez con más fuerza. No lo tomen como una verdad revelada, sino como el consejo de un viejo hechicero, o de un mago antiguo, que esta vez, se expresó a través de mi prosa. Como dijo alguna vez el General San Martín, aquel libertador al cual no podemos santificar pero tampoco condenar: “Seamos libres, lo demás no importa nada.”




"Donde mora la libertad, allí está mi patria" Benjamin Franklin...

2 comentarios:

Claudia Risé dijo...

esperamos el proceso de escritura, pablo, de modo de poder comentar desde allí...; el martes estuvimos trabajando en ese sentido
saludo
claudia

Emilia dijo...

Hola Pablo!

Para empezar, ya desde el título, el texto me dejó pensando: la palabra adecuada para esto que tratás de abordar es depresión? Porque se me ocurre que este término tiene connotaciones fuertes del discurso de la psiquiatría. Sabemos que se trata de una enfermedad, que algunas de sus causas son orgánicas (falta de no sé qué sustancias). Y pienso que vos hablás más bien de la tristeza o de la angustia, no necesariamente de la depresión, que es todo un cuadro clínico.

Me gustaron los cuestionamientos a la psicología. Creo que también valdría cuestionar esta costumbre actual de recetar medicamentos para solucionar instantáneamente todos nuestros problemas (esta idea de que, si somos infelices, una pastilla mágica puede devolvernos la calma, la estabilidad, la alegría). En la misma línea funcionan los libros de autoayuda, queriendo también brindar recetas mágicas y universales.

Por otra parte, me parece que ideas te sobran. Tu texto es una tormenta de ideas y eso no está mal, pero de a ratos enreda la lectura, marea y cuesta seguirlo. Quizás podrías recortar algunos elementos y poner en relieve otros, o marcar ejes más claros en el texto, para permitir un recorrido un poquito más ordenado. Ojo, con eso tampoco digo que tengas que armar un texto extremadamente ordenado y estructurado, me gusta el estilo de éste y sus idas y vueltas, pero por momento resulta un poco enmarañado y cuesta entender a qué vas.

Espero que te ayude,

Saludos,

Emilia

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