martes, 23 de noviembre de 2010

Ellos, las bestias. (Nota de lectura de El dueño del fuego, Silvia Iparraguirre)


“La última palabra sonó extraña en el aula. Los presentes miraban al indio como si acabara de decir algo fuera de lugar, o como si empezaran a descubrir en él una cualidad que antes no habían percibido. En el aire flotaba una observación notable: ese indio era argentino”

El origen del término calibán se remonta a los orígenes de nuestros tiempos: la colonización española. Colón siembra un límite entre dos tipos de nativos: el arauaco de las grandes Antillas . a quien presenta como pacífico, manso, incluso temeroso y cobarde y los hombres del caribe: los salvajes, las bestias feroces que se devoran unos a otros. La idea inspiraría años después a William Shakespeare para uno de los personajes de su celebre obra “La tempestad”.

Mi propósito no es escribir un tratado en referencia a los beneficios del consumo de carne humana, es decir, no pretendo que nos volvamos antropófagos en defensa de nuestros pueblos originarios porque no lo creo conveniente desde muchos aspectos. Sin embargo, sostengo que la analogía calibán-hombre pro civilización no es única de la epoca colonial, sino que podemos trasladarla a nuestros tiempos con facilidad reflejando el mismo canibalismo o incluso aún mayor.

En el cuento “El dueño del fuego” de Silvia Iparraguirre, vemos como un indio mapuche es tomado como rata de laboratorio para ser sujeto de estudio por una avanzada clase de etnolingüística. Colocado cual pieza exótica en un zoológico es observado y sujeto a la mirada tanto de estudiantes como de profesionales del tema. El indio es tratado con “cordialidad y tolerancia” hasta el punto que comienza a dificultar su comunicación con la doctora Dusseldorf, encargada de la clase.

“El antropólogo y la doctora Dusseldorff salieron últimos. La clase no había sido satisfactoria. Consideraban, académicamente, la posibilidad de conseguir otro informante. Tal vez un mataco con mayor disposición. La buena disposición es fundamental para los fines científicos”

Mi pregunta al terminar de leer este relato es la siguiente: ¿Quién es el verdadero calibán de la historia? ¿Los indios, salvajes y rudos ellos, quienes defienden sus tradiciones ancestrales a rajatabla y no permiten que nosotros la gente civilizada ingrese en su mundo? ¿Nosotros los humanos caucásicos quienes nos adentramos en su legendario pasado y los forzamos a que nos cuenten tus ritos, sus costumbres, su lengua e incluso los moldeamos y los modificamos a nuestro antojo? Me parece que estamos equivocados. El concepto de calibán se gestó de manera inversa.

Colón no debió impresionarse con los indios que se comían entre ellos, amparados por cuestiones religiosas y míticas que jamás llegaremos a comprender, sino más bien por como la colonización española se devoró la sociedad nativa americana sin la más mínima muestra de piedad. Los verdaderos caníbales somos los blancos, los descendientes del occidente europeo. Nosotros somos bestias mucho más feroces que aquellos indios “salvajes”. Repito, no defiendo su práctica ya que no considero conveniente que nos comamos los unos a los otros. Sólo remarco que me parece aún más repulsivo y feroz el daño que nosotros, sí todos estamos incluidos ya que no nacimos de repollos, los seres civilizados le causamos a una civilización entera. Nos comimos no sólo a un pueblo sino a miles de ellos, y no nos causó el más mínimo remordimiento.

Hoy en día podríamos decir que los caníbales se están domesticando poco a poco. Hay constantes luchas por la defensa de los derechos de los pueblos originarios, se respeta su lengua y sus tradiciones, se les concede libertad para seguir viviendo en sus terrenos nativos, se difunde su cultura y su historia. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro nos dirá el viejo refrán marketinero. La carnicería aún en pleno siglo XXI continúa.

En chile, mediante la ley antiterrorista gestada en la oscurísima dictadura de A.Pinochet, se persigue a los pueblos mapuches quitándole sus tierras. Incluso hay huelgas de hambre de parte de los nativos en defensa de sus derechos territoriales a las que la mayoría de los caníbales urbanos hace oídos sordos.

Nuestro país no es la excepción a la regla. Pocos conocen la situación actual de los pueblos originarios que aún viven en nuestro territorio. En el impenetrable y, demás regiones del noroeste, la marginalidad y la pobreza son angustiantes. Abundan el hambre y el aislamiento político, ya que la ayuda que pueda llegar a dar el Estado es insuficiente o, muchas veces, jamás llega. En la Patagonia, luego de los “gloriosos” tiempos menemistas y posterior privatización de YPF, la contaminación de las napas, el suelo y el agua fue descomunal, a tal punto que muchos de los indios que viven allí se vieron forzados a convivir con agua contaminada, suelos imposibles para el cultivo, y riesgo de contraer cáncer, malformaciones corporales y demás trastornos. Ni hablemos de la minería a cielo abierto.

Muchos de estos datos a los que hago referencia no se nos dan a conocer en los grandes medios masivos de comunicación, tanto gubernamentales como opositores. La razón es obvia: no es conveniente para ninguna de las dos partes. Debemos hablar bien de nuestros pueblos originarios pero mientras menos información demos acerca de su situación actual, mejor.

Vale recordar que la omisión informativa también es una forma de censura. La cachetada de Graciela Camaño a Carlos Kunkel captó mucha más fuerza mediática que la cachetada que sufren nuestros pueblos originarios día tras día con constantes agravios y violaciones a sus derechos como soberanos de nuestra tierra.

Así deben permanecer las cosas. Los salvajes, los indios caníbales devoradores de tripas humanas. Serán recordados como bestias despreciables, inhumanas, feroces, voraces, sin limite. Nosotros, los hombres blancos, la buena gente, los que solucionamos cualquier conflicto con el diálogo, los que jamás violamos los derechos de nuestros semejantes, los que toleramos y respetamos las tradiciones y los pensamientos de todos nuestros pares, los civilizados. Creo que nuestra visión esta errada en un 100%

Nosotros somos las bestias. Nosotros, salvajes y despiadadas criaturas que nos comimos a nuestro pasado. Nos devoramos pueblos enteros a sablazo limpio. ¿Quién era calibán entonces? ¿Arbolito, el indio que le rebanó la cabeza al asesino de ranqueles Rauch, o el honorable Julio Argentino Roca, quien emprendió una campaña de exterminio, tortura, robo, violación y genocidio que no tiene nada que envidiarle a la solución final encabezada por Adolf Hitler?

No nos coloquemos en un pedestal imaginario y miremos todo desde arriba. Bajemos a la tierra, ensuciémonos las manos y observemos con más claridad. Allí nos daremos cuenta que los caníbales no eran tan caníbales y que los hombres civilizados no éramos tan civilizados como creíamos. Pero, a no desesperar. Todo se puede cambiar y hay muchas personas que día a día trabajan en pos de la causa de reivindicación de los pueblos originarios. No solo eso: trabajan en la causa del bien común. Aún quedan hombres y mujeres que nos hacen pensar que no todo esta perdido, individuos que rompen con el aparente “orden natural de las cosas”. Uno de ellos es Eduardo Galeano, aquel brillante escritor que nació en el Uruguay pero que no tiene bandera más que la del pueblo, quien sintetiza en esta frase la visión del ejemplo a “no seguir”. Esto es lo que debemos combatir. A favor de nuestros pueblos originarios y de nosotros mismos.

“En cierto modo la derecha tiene razón cuando se identifica a si misma con la tranquilidad y el orden. Es el orden, en efecto, de la cotidiana humillación de las mayorías pero orden al fin: La tranquilidad de que la injusticia siga siendo injusta y el hambre hambrienta”


Esto es lo que debemos combatir. A favor de nuestros pueblos originarios y de nosotros mismos. No queremos tranquilidad, queremos desorden. Dar vuelta la balanza. Que los pueblos originarios sean respetados y valorados por todos. Que su sacrificio no haya sido en vano. Para esto, debemos romper esa tranquilidad a la que Galeano hacía referencia. Hay que moverse para dejar atrás nuestro salvajismo y nuestra herencia calibán europea. Sigamos el ejemplo de nuestros antepasados los indios. Ellos fueron mucho más civilizados que nosotros los blancos ya que defender un derecho que les pertenecía de manera incuestionable hasta el punto de encontrarse con la muerte, no es moco de pavo. Lo considero la acción más loable y pura que un ser humano puede llegar a alcanzar.




Párrafo aparte para este "Noble Patriota"...

1 comentarios:

Alis dijo...

Pablo, como te comenté en clase me gusta mucho este texto. Te aclaro un par de comentarios que te hice en tu trabajo.
"Los salvajes, los indios caníbales devoradores de tripas humanas(...)Allí nos daremos cuenta que los caníbales no eran tan caníbales y que los hombres civilizados no éramos tan civilizados como creíamos." No sé si cursaste antropología, pero en este fragmento de "Tristes trópicos" de Lévy Strauss (http://antropologiasyc-106.com.ar/biblioteca/vaso.pdf) se hace una referencia interesante a la antropofagia y a la "civilización" en el mismo sentido que lo hacés vos. Y este es el link a la prensa mapuche que te mencioné: http://www.azkintuwe.org
Saludos!
Gabi

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