martes, 11 de mayo de 2010

Un hombre...

Un día como hoy, un 11 de mayo, hace 36 años, mataban a un hombre. Un hombre cuyos ideales jamás enfrentaron al rostro de la traición . Alguien que, embanderado en la fe cristiana y el amor al prójimo , puso en practica aquellos preceptos metodológicos y no se conformó con el mero discurso. Un hombre que hasta sus últimos respiros se mantuvo fiel a su pueblo, a las villas por las que tanto dejó.
Aquel hombre, perdió la vida por defender a los más humildes, por cuestionar al poder, por profesar un ideal contrario al hegemónico. En otras palabras, por no tener miedo. Ese hombre era un sacerdote. Pero no cualquier clérigo. Estaba lejos de seguir con la ortodoxia eclesiástica. Siempre había sido un rebelde. Citaba en sus sermones frases del Che Guevara, de Mao, de Perón, de Lenin, de Perón . Esto generaba un sinfín de reprobaciones, ya que no se sujetaba a los parámetros “normales” de un religioso. Este hombre quería la revolución, sin dudas, pero no por medio de la violencia, a la cual siempre reprobó.
Su obra trascendió su persona, y caló hondo más allá de los humildes. Impactó en muchos rincones de la sociedad. Sus acciones eran de las más valiosas.
Su ayuda era desinteresada y pura. Sin embargo, el destino lo frenó. Quizás porque su militancia fue demasiado frenética, quizás por necesidad, aquel Dios al que tanto amaba se lo llevó. Y de manera abrupta. Un 11 de mayo, pero de 1974, cuando estaba a punto de subirse a su Renault 4 azul, estacionado en la calle Zelada 4771, asesinaban a un sacerdote perteneciente al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. La Triple A, una organización parapolicial de ultraderecha, se cobró su vida, así como la de tantos otros luchadores llenos de esperanza, idealistas y soñadores.
Al igual que tantos ángeles caídos, JAMAS debemos olvidarlo. Su recuerdo debe seguir vivo, tanto su militancia como sus obras. Aquel hombre era Carlos Mugica.

“Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no.
Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su propia hambre.
Señor, quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos.
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz.”

"¿Qué es glorificar a Dios? No es ponerle veinticinco velas a los santos. No. Sí ayudar a que un hombre sea más hombre. Si yo a este hombre lo ayudo a leer y escribir, glorifico a Dios, porque lo ayudo a crecer como hombre. Ayudar al hombre a ponerse de pie. No pararlo. El sólo se tiene que poner de pie. Ayudarlo a ayudarse." "Antes que hablarle de Dios al hombre que no tiene techo, hay que darle un techo. Darle techo ya es hablarle de Dios. Mejor dicho ayudarlo a que se dé el techo es ayudarlo a ayudarse."



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