lunes, 17 de octubre de 2011

La evolución.



Época de elecciones. La descalificación y las malas yerbas abundan. Viejos muertos resucitan y salen vociferando de sus oxidados cajones reclamando seguridad, orden y prometiendo honestidad. ¿Vos te comprás ese buzón? Yo no. Como tampoco compro aquel que se autoproclama nacional, popular, progresista, revolucionario, honesto y limpio de represión cuando al mismo tiempo emanan de entre sus huestes hechos de corrupción, escándalos en materias de DD HH, espectáculos prostibularios, cruda represión en manifestaciones, expropiaciones abismales con tremendas consecuencias en nuestra tierra, negociados y demás ilícitos. Esta pata de la mesa, que hoy por hoy es la que encabeza el juego de la “organización” burocrático-legal de la Argentina, nos cuenta relatos tan disímiles a lo que uno observa en el día a día que se destiñen por si solos. Ojo! Hay cosas que se consiguieron que podrían ser positivas, pero con severos controles, por ejemplo, subsidios a entidades de DD HH, un Ministerio de Ciencia y Tecnología eficiente, una ANSES en regla, un INADI como la gente ( y no un “ como la gente “ ladino, sino uno sencillo y claro)

Por eso creo en que se debería construir sobre los cimientos que, pese a que la mayoría de las cosas están contaminadas y ennegrecidas con corrupción y dobles mensajes, pueden ser limpiadas y reconstituidas si existe la voluntad política. No creo en aquellos que pretenden barrer con todo lo construido en los últimos 8 años porque todo “está mal” y empezar de nuevo, porque creo que existen logros positivos, como por ejemplo el matrimonio igualitario, la ley de glaciares, que van más allá del gobierno de turno. También últimamente debo confesar que sufro de un agudo cuadro de “descreimiento por la política” algo temprano, ya que cuento con escasos 20 años. Pienso también que se ha acrecentado por los tiempos que corren en los que solo veo políticos que prometen preocuparse por los humildes o por achicar la brecha entre ricos y pobres, y luego los vemos montando ostentosas ferraris y codeándose con el stablishment económico.

A modo de conclusión, opino que los verdaderos cambios para transformar este crudísima realidad que vivimos hace ya siglos, va más allá de quien gane una elección o de alguna nueva ley. Debe surgir de cada una de las personas, en su cultura, sus percepciones y sus maneras de ver, y allí no podemos interferir. Este escrito no tiene la intención de convencer, bajo la proclama de pertenecer a cierta “vanguardia iluminada”, sino más bien de invitar a la reflexión. Si usamos la palabra política, usémosla en el sentido de la meditación respecto a cuestiones sociales, cotidianas y sensibles al pueblo, y no a discusiones partidistas o en términos de partidos de izquierda o derecha, cuando bien sabemos que esto no es real. Todo aquel que se encamine al Congreso hoy por hoy, salvo raras excepciones, son más de derecha que la derecha misma. Tampoco digo que las ideologías hayan muerto, sino que la discusión, a mi entender, está mal planteada.

La izquierda no está en un frente, sino en querer ir por detrás. Por detrás del orden, de lo cotidiano, de lo injusto, de lo corrupto y de lo falso. Esos pensamientos, salgan de la persona que sea, los saludaré.

Insisto en que no podemos inmiscuirnos en las cabezas humanas. Ellas deben decidir si quieren arriesgarse a intentar algo nuevo, o prefieren agachar la cabeza y seguir con lo mismo. Esto ya no pasa por votar o por agarrar un fusil y hacer la Revolución. Los tiempos, mal que le pese a muchos, han cambiado. Hoy por hoy yo hablaría de una evolución, voluntaria, consciente, comprometida y radical. Dejando atrás preconceptos y formas de percibir el mundo que poseemos todos y cada uno de los habitantes de este planeta en muchos aspectos. Tantos que escapan de las discusiones políticas.

Al menos espero despabilar algunas conciencias con este texto. No convencerlos, por lo menos provocar que piensen en mis palabras, que las insulten, las desprecien o que las valoren, las reflexionen y que los perturben. Despertar aunque sea una mínima sensación. Es mi mayor deseo.

Pablo Díaz Marenghi. Buenos Aires, Capital Federal, Haedo, 3/8/2011.

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