martes, 15 de marzo de 2011

Testimonio


“Prefiero seguir mi camino antes de hacerme el sumiso o dejar que todos me pisoteen. ¿Es acaso tan grave lo que elijo? Desde que me convertí en agente de la Policía Bonaerense que todos trataron de pisotearme, darme forma, malearme, pulirme. Intentaron moldearme cual si fuera el barro que forma una futura vasija decorativa. El caso es que no quiero ser una vasija, yo apunto a más. Este lugar esta plagado de narcotraficantes y de la peor calaña. Yo no me metí en este antro para ser uno más de su estirpe. Yo quiero cambiar todo esto, quiero ser mucho más que estas basuras, intentos de seres humanos, que no tienen escrúpulos para entrometerse en la vida de hombres, mujeres, niños y ancianos por igual. Son gusanos, y es más, ni siquiera eso. Las pobres criaturas que pueblan las plantas merecen mucho más respeto y admiración que estos seres amorfos a los cuales destinamos nuestra “seguridad y protección”.

Mi camino comenzó a los 18 años, cuando tomé esta decisión. Ya nadie volvería a pisotearme otra vez. Siempre fui una persona a la cual le importó muchísimo el qué dirán. Basaba mis decisiones en la opinión de los demás, y me privaba de hacer muchas cosas que me enriquecían por temor de ofender, molestar o faltarle el respeto a mis seres queridos. Yo no soy así pensaba. De golpe, afronté mi problema y decidí atacarlo de raíz. Encontré en la policía bonaerense un buen camino para llevar a cabo mi plan. Por fin elegí algo por mi cuenta de manera limpia y pura. Nadie me lo impuso. Ninguno me lo sugirió. Es más, todo lo contrario.

Intentaron desalentarme, me asustaron, incluso me amenazaron. “Vas a convertirte en uno más de esos, estafadores, ladrones, sucios, los policías son mala gente. Son de lo peor”. Toda mi gente repetía un discurso similar, y eso que recibí voces bastante heterogéneas. Discursos tanto de izquierda como de derecha, los cuales todos llegaban a un mismo punto. “No seas policia”. Yo les contestaba a los fachos, que yo iba a pelear con uñas y dientes por la seguridad que ninguno de esa manga de ladrones les dio en toda su vida. A los zurdos les contestaba que me parecía un camino mucho más valiente y arriesgado combatir al sistema y pelear por la revolución, inmerso en un organismo contaminado de preceptos reaccionarios y ladinos a combatir desde afuera, agitando banderas y tomando una facultad.

Lo decidí. Ignoré los insultos, los apremios y me sumergí en el enorme océano policial. El camino fue mucho más dificultoso de lo que creí. Los abusos estaban a la orden del día. Oficiales que torturaban y violaban a pibes que llevaban a la comisaría por fumarse un porro en la vereda, o por algún insulto revoleado al pasar, soberbia provocación de por medio. Droga por doquier, y no alguna que otra hierba, sino cantidades descomunales de cocaína y pasta base que los mismos hombres uniformados se encargaban de distribuir por villas, barrios marginales y demás porciones del conurbano. Lo hacían sin vergüenza alguna. No les importaba que aquella sucia tarea les arruinara la vida a miles de pibes. Ellos estaban orgullosos, y lucían su sonrisa impoluta bajo un grueso bigote con tibias pinceladas de muzzarella.

Hace ya diez largos años que me enrolé en la bonaerense. Combatí estas acciones lo más que pude. Por momentos pierdo la fe, y descreo de lo que estoy haciendo. Pero todas las veces que algo me impactó de frente o me hizo tambalear, me fortalecí y salí adelante. Podré parecer un maharishi, o algo similar, pero es tal cual como dice el refrán: lo que no te mata, te fortalece. Sigo y sigo peleando porque sé que esos chicos no se lo merecen, esas familias a las que les roban hasta su último centavo tampoco se lo merecen, nadie se merece semejantes agresiones bajo ninguna circunstancia, y menos aún si provienen de la institución que, en teoría, debería protegerlos de toda amenaza existente.

Sigo y seguiré adelante, cada vez con más fuerza, combatiré contra estos malandras, asesinos, lacras de la sociedad, y prometo dejar hasta mi última gota de sangre en esta batalla.”

Victor Manuel Ojeda

Buenos Aires, 23 de junio de 2008

Pero mirá lo que encontré Gómez. No lo vas a poder creer. El subcomisario Hernández le pasó al Oficial Principal un papel rajado y amarillento. Estaba escrito a mano alzada, con una letra apresurada y desprolija. JAJA mirá vos ché! Encima de cagón, resultó idealista el muchacho eh! Menos mal que nos lo sacamos de encima! Y mirá como nos puteaba. Bien que no dijo ni mu cuando lo metimos en ... SHHHH acá no hablés Hernández, no sabés quien puede andar vigilanteando por ahí. Hay que ser discretos. Disfrutemos en privado. Ya sabemos que este perejil no va a joder más. Sí, lindas vacaciones le dimos, seguro le va a encantar el río.

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