jueves, 26 de agosto de 2010
Proyecto Narativo, 2° versión: "Joaquín, Sofía y el Paraíso"
PARTE I : JOAQUÍN
Nada interrumpía los sueños de Joaquín. El dormir era sin duda su actividad favorita. Muchas personas le retrucaban que era inhumano y antisocial pasarse tantas horas durmiendo. En ocasiones llegó a dormir veinte horas en un día. Sin embargo, él siempre defendía a ultranza su tiempo de sueño. Decía que dormir tanto lo revitalizaba, y que los momentos que estaba despierto podía aprovecharlos al máximo, en plenitud física y mental.
Sentía renacer su cuerpo cada vez que abría los ojos.. Las primeras bocanadas de aire que inspiraba eran absorbidas de manera óptima por sus pulmones. Sus piernas, al levantarse de la cama, lo encaminaban a un elixir de placeres, aunque muchas veces, eran de ínfima duración.
Un día, Joaquín se levantó, se desperezó como siempre y miró su reloj. Veintitrés horas! Todo un nuevo record! Le costó trabajo recordar que había sido lo último que había hecho antes de acostarse. Luego de un esfuerzo mental, logró verse caminando por el barrio rumbo a la panadería. Se le antojaron facturas para merendar. O desayunar. Con tan pocas horas al día despierto era difícil de distinguir. Al llegar a su casa, se preparó un café, merendó y vio un rato el noticiero. Recordó que la ciudad era un caos, el tránsito era imposible, las calles colapsaban. Se alegró de estar próximo a acostarse nuevamente. Por cierto, el egoísmo era otra de sus cualidades. Amaba mantenerse ajeno a la realidad. Vivía encerrado en su prisión de almohadas y sábanas. Pocas veces escapaba de allí. El mundo es muy triste y yo quiero ser feliz! NO puedo ser feliz con tantas desgracias! Se repetía. Y a su manera era feliz.
Los pocos familiares que le quedaban lo ignoraban. El contacto con sus primos y tíos era escaso. Sus padres, empresarios millonarios dueños de miles de hectáreas de campos en el sur, fallecieron cuando Joaquín tenía 16 años. Toda su fortuna ahora estaba en sus manos. Sin embargo, el vivía con lo justo. Había especialistas que se encargaban de mantener a flote el negocio familiar. Pese a esto, llegaba a sus manos el dinero suficiente como para no tener que trabajar. Al no tener necesidad de vender su fuerza de trabajo para subsistir, Joaquín ganaba muchas horas para dormir.
Sus amigos lo habían abandonado. Escasos recuerdos guardaban de él. Poco a poco, la gente con las que había formado vínculos en su infancia, en el club donde solía jugar al fútbol, en la escuela, o en el barrio, fueron dejando de contactarse con él. En los intentos de revivir aquella relación, abundaban los fracasos, ya que cuando intentaban llamarlo por teléfono, o ir a su casa, Joaquín, casi siempre dormía.
Encontrarlo despierto era una verdadera lotería. Algo utópico para cualquier mortal. Ya que era una simple cuestión de azar el horario en que Joaquín terminaba sus siestas interminables. Sin embargo, una vez alguien dio en el clavo. Y ese alguien, fue quizás, la persona más indicada. Era Sofía, su gran amor del quinto año de la secundaria. La única que jamás renunció a perder su recuerdo, a pesar del paso del tiempo. La que más había luchado para que Joaquín durmiera menos y reconozca que tenía un problema. Y aquella noche de jueves, el destino los puso cara a cara otra vez, después de casi diez años.
Al abrirle la puerta, Joaquín se quedó atónito. Su cerebro tardó en procesar las imágenes que sus ojos captaban, pero ese rostro no lo había olvidado, eso sin dudas.
Los enormes ojos marrones de Sofía, sus delicados labios y su cabello negro seguían allí, en los recuerdos de Joaquín.
Sofía! Que sorpresa, pasá, pasá. Dijo Joaquín con una expresión de sorpresa indescriptible. Sofía se acomodó en una silla del comedor. La mesa estaba servida, como si estuviera a punto de almorzar, pero no había ni rastros de comida allí.
Bueno, por fin, después de mil veces que te toqué el timbre, me abrís la puerta. Le retrucó Sofía.
Sabes como soy, vivo a mi manera, je je .
Justamente de eso es de lo que te quería hablar. Hace muchos años que intento que hablemos de eso, de tu manera de vivir la vida. Quiero que hablemos de tu problema.
Joaquín no entablaba una conversación fluida desde tiempos inmemoriales. Sus diálogos cotidianos eran breves, en general a la hora de realizar compras o pedidos. Charlas escasas con el verdulero o con el diariero, que Joaquín terminaba de manera abrupta cuando aparecía algún tema de debate actual. La tan temida realidad de la que escapaba. El “triste” presente.
Le costaba mantener el hilo de la conversación.
Joaquín, me estas escuchando? Joaquín.
Eh..., sí sí, disculpame, es que estas cosas me cuestan. Contestó algo tembloroso.
¿Conversar te cuesta? ¿Ves que de verdad estás mal? Quiero ayudarte, no quiero que te pierdas las cosas hermosas de la vida por pasártela durmiendo.
¿Cosas hermosas? Joaquín la miró de reojo. ¿Pobreza, hambre, desnutrición, guerras, esas te parecen cosas hermosas Sofía? Por favor, no quiero vivir eso, no lo tolero.
Sofía frunció el entrecejo y comenzó a pensar acerca de si había hecho bien al visitar a Joaquín. Su terquedad permanecía tan recia como el mármol. Igual que en el quinto año. Se encontraba en una encrucijada, pero decidió no rendirse y ayudarlo, a pesar de que sus pensamientos parecían inquebrantables.
Decime Joaquín,¿Y si en vez de escaparte de la realidad cómo lo haces al dormir, no la enfrentas cara a cara?¿Qué tenés miedo?
Sofía recurrió a un método más agresivo. Quiso ver cual sería la reacción de Joaquín ante tal planteo.
¿Miedo? Yo no le tengo miedo a nada ni a nadie Sofía!
¿Enserio? No parece. Yo te veo lleno de miedos. Creo que por eso dormís tanto. Le tenés miedo al mundo! A la vida Joaquín!¿ Esa es tu manera de ser feliz? ¿Durmiendo más horas al día de las que te mantenés despierto?
No Sofía, No!!!
Joaquín estaba muy alterado, con los ojos inyectados en sangre, la mirada desencajada y los dientes apretados. Su actitud habría sido amenazante para cualquiera, excepto para su eterna enamorada. Lanzó un alarido y arrojó un plato que se encontraba en la mesa contra la pared. Se hizo añicos. Sofía se quedó pálida, pero se mantuvo firme.
¿Qué sabés lo que me pasa, eh? ¿Qué sabés? Gritaba a centímetros de su rostro. ¿Hace años que no nos vemos, y ahora aparecés de la nada y te pensás que sabés la causa de todos mis problemas? Yo te amé mucho, pero ya terminó lo nuestro, ya no siento nada por vos!
¿Estás seguro? Retrucó Sofía. Si ya no sentís nada por mi, ¿Me explicas porque tus manos transpiran y tu voz tiembla cuando me hablás? Todavía me querés, no me podrías lastimar nunca, por más enojado que estés.
Al oírla Joaquín se calmó y entró en razón. Nunca había dejado de sentir amor por Sofía. Sin embargo, se sentía invadido, insultado. No iba a dejar que nadie cuestionara su modo de vida, y mucho menos sin conocer como eran las cosas en realidad.
Es verdad. Admitió Joaquín. Todavía siento cosas por vos, cosas fuertes, lo reconozco. Pero no podés aparecer acá, cuestionar mi vida, sin saber nada de mi, de lo que me pasa, del mago, de...
Joaquín se calló de golpe. Jamás le había hablado a nadie del mago. Sólo él era conciente de su existencia. Había hablado de más, pero ya no había vuelta atrás.
Quién es el mago? Preguntó Sofía con una sensación de curiosidad algo inocente.
Eh... nadie, olvidate. El temblor había vuelto a la voz de Joaquín.
Contame quien es el mago. Parece que es alguien importante en tu vida. La voz de Sofía dejó de ser infantil, para pasar a ser inquietante, parecida a la de un detective de hollywood que interroga a un sospechoso. Contame.
No es nadie Sofía, olvidate! Gritó Joaquín bastante nervioso. Su rostro estaba empapado en sudor. Quise decir otra cosa y me salió esa palabra, me equivoque. No es nada importante.
Sofía no aguantó más y estalló. Se sintió muy cerca de la raíz de los problemas de Joaquín. No iba a dejar que se escape la posibilidad de saber de que se trataba todo esto. Tomó un cuchillo de la mesa, y lo sostuvo firme apuntando hacia él.
Estás loca, calmate!
Lo hago por tu bien Joaco. Decime quien es el mago, porque sino te voy a matar. Sofía pronunció esta frase con una frialdad propia del mejor de los psicópatas. Estaba desesperada. Actuó bien el papel de asesina. Es fácil, contame y no te va a pasar nada. Va a ser mejor para los dos.
Sabía que Sofía era incapaz de matar a una mosca. Nunca temió por su vida. Pero sintió que contarle sobre el mago sería un desahogo. Decidió comenzar a hablar.
Esta bien Sofía, calmate. Querés saber quién es el mago?
Sofía asintió con la cabeza.
Bueno. Te voy a contar todo. Sentáte.
PARTE II : EL MAGO
Sofía tomó asiento en el sillón del living. El departamento de Joaquín era amplio y lujoso. Demasiado para una sola persona. Televisores de pantalla plana, una heladera radiante, vajilla fina, muebles de caoba, un balcón con vista privilegiada. Cualquiera se fascinaría y se quedaría un buen rato hipnotizado con la belleza de aquel lugar. Pero Sofía estaba más concentrada en otros asuntos. No aguantaba más. Quería saber todo acerca de aquel personaje que Joaquín le había nombrado. El mago. ¿Por qué no quería que ella sepa? ¿Por qué le costó tanto hablar del tema? Joaquín por fin se decidió y comenzó a esbozar las primeras palabras.
Bueno, emm... por donde empiezo a ver. Seguro querrás saber cómo lo conocí, verdad?
Es un buen comienzo , supongo. Dijo Sofía, aún un poco intranquila.
Vos conoces mi historia, yo te la conté. No siempre fui así yo. Antes era “normal”. Joaquín marcó unas comillas en el aire con sus dedos. Creo que todo empezó cuando yo tenía diez años, y lo vi por primera vez. Me acuerdo que mi vieja me había mandado a la cama sin postre. Me acosté medio triste, pero me dormí rápido. Y al poco tiempo, empecé a soñar.
Joaquín se detuvo por un momento en su relato. Cómo que necesitaba tomar aire. Sentía una presión en el pecho, un malestar que le recorría hasta el último nervio de su cuerpo. Una fría brisa le recorrió la espalda. Era como si alguien, desde muy lejos, no quisiera que cuente aquella historia. De todos modos, ya había decidido hacerlo. Caminó hasta la cocina y volvió con dos vasos de vino tinto. Bebieron, y Sofía le pidió que continúe.
Seguí Joaco, contame que soñaste.
Bueno. Soñé que estaba frente a las puertas de un mundo nuevo. Un mundo desconocido. Un mundo de fantasía. Las puertas eran enormes rejas, altísimas, o por lo menos para mí, que era un niño. Me acerqué hasta el portón que me impedía el paso e intenté abrirlo, pero estaba cerrado. Decepcionado, me dediqué a mirar a través de los barrotes de la reja. Del otro lado se veían niños riendo, jugando entre ellos. Todos corrían alegres por un enorme bosque. El ambiente se encontraba repleto de árboles y flores hermosas. Un río recorría todo el lugar, y algunos se bañaban allí. Desbordaban de felicidad. Era un paraíso. Me moría de ganas de entrar, de sumarme a ellos. Desde adentro me llamaban. Me invitaban a pasar. Querían que este ahí con ellos. Me desesperé. La emoción me desbordaba. Quería estar ahí con ellos en ese mismo instante..
Traté de trepar la reja pero era imposible. Era demasiado alta. Lo intenté varias veces, hasta que abatido, me senté en el piso, mirando hacia abajo, lleno de frustración por no poder ir a jugar con ellos. Mis esperanzas se derrumbaron, y mi hermoso sueño se transformó en pesadilla. Hasta que escuche una voz.
Hola pequeño. Quién eres? Levanté la vista y lo vi. Era un sujeto alto, me pareció altísimo en ese momento, no sé, tres metros de altura quizás, luego entendí que era un sujeto normal, de mediana estatura. Tenía una mirada tierna, unos ojos verdes que emanaban dulzura. Era calvo, y tenia una larga y ensortijada barba negra repleta de canas que se tornaba gris. Estaba vestido con una larga túnica violeta, similar a la de los magos de las películas medievales viste? Su rostro estaba arrugado y envejecido, sin embargo, transmitía una vitalidad enorme. Dos aros dorados en forma de cruz colgaban de sus orejas. Sus manos, también arrugadas, tenían dedos largos y delgados, con uñas muy largas, que me hicieron acordar a las esculpidas que usaba mamá. Me llamó Joaquín, me acuerdo que le dije algo tímido. Quiero entrar a jugar con los chicos, y no puedo, porque la puerta esta cerrada.
De repente, sin explicación alguna, el vaso de Sofía rodó hacia el piso. Estalló en mil pedazos y el miedo los envolvió a ambos.
AHHHHH! ¿Que pasó Joaco? Tengo miedo. Dijo Sofía gritando y moviendo los brazos como si se estuviera ahogando.
A mi también me dio miedo, pero tengo que seguir contándote. Ya empecé y quiero seguir hasta el final, no puedo parar.
El vaso se cayó solo Joaquín, SOLO. Yo lo ví, nadie lo tocó. ¿Qué esta pasando? ¿Esto es por el mago?
No lo sé, pero igual, necesito seguir contándote. No tengas miedo, no pasa nada.
Joaquín le mentía. En sus adentros sabía que algo pasaba. No estaba haciendo lo correcto. Estaba faltando a una vieja promesa que había hecho hace mucho tiempo. Sin embargo, estaba decidido a seguir con su historia sin importar las consecuencias.
¿Por donde me quede? Ah sí, quería entrar a jugar con los chicos pero no podía. Entonces el mago me dijo:
Podemos arreglar eso querido. Este lugar es mío. Yo decido quién entra. Pero pasarás una condición.
Cualquier cosa, lo que sea, quiero entrar a jugar!! Le dije desesperado.
Mira, es algo sencillo lo que voy a pedirte Joaquín. Solamente quiero que vengas a visitarme a mí y a los niños una vez por semana. ¿Aceptas? Tú sólo di sí o no, y yo me encargaré del resto.
Sí cómo no señor, ¿Señor? No sabía su nombre, así que esperaba que me lo diga.
Digamos que no tengo un nombre.. De donde yo vengo no acostumbramos usarlos. Mira, por mi apariencia creo que luzco bastante parecido a un hechicero, o a un brujo. Pero son apodos que no me agradan. Pero podrías llamarme mago, ¿Qué dices?
Sí, esta bien señor mago. ¿Así?
Mejor mago a secas, eso de señor no me simpatizó mucho, ¿De acuerdo Joaco?
Claro, mago, claro.
Muy bien jovencito. Entonces adelante, a jugar!
La puerta se abrió apenas el mago apoyó su dedo en ella. Entré corriendo, saltando de alegría. Saludé a unos niños que estaban jugando arriba de un enorme roble, lo trepé y me sumé a ellos. Quien sabe cuanto tiempo estuve arriba de aquel árbol.
Después bajé, y fui hacia el río. Me zambullí con la ropa puesta, y me puse a jugar con los que estaban allí. Al salir, ya exhausto, miré hacia la puerta, y estaba el mago, observándolo todo con una sonrisa. Su rostro reflejaba tranquilidad, pero ahora que lo pienso, su mirada era bastante inquietante. El sol me secó apenas salí del agua. En ese momento me di cuenta de que aquel lugar era mágico. Seguí jugando con los niños hasta que, agotado, me tiré en el pasto, y me quedé dormido.
De pronto, volví a mi cama, a la realidad. Miré a mi alrededor y ya no estaban el río, los árboles, las flores, los niños. Solo mi cuarto, mis aburridos juguetes de siempre, y la ventana abierta donde ya se veía el sol próximo a salir. Mi mamá vino a despertarme. Tenía que ir al colegio ese día. Y yo me sobresalté, me puse a llorar, a gritar, a patalear. Quería volver a ese lugar! Quería volver a ese mundo de fantasía. Ese paraíso. Vamos Joaco, tenés que ir al colegio, por favor! Mi mamá me imploraba, me rogaba, pero yo no hacía caso. Le pegué tantas patadas en mi berrinche que se agotó y se fue.
Yo sabía lo que quería. Volver al paraíso de aquel extraño mago. Entonces, decidí hacer lo mismo que me había conducido hasta ese lugar. Dormir. No tenía sueño, ya había descansado lo suficiente, sin embargo, cerré los ojos y los apreté con fuerza, intentando volver a soñar. No lo logré. Lo intenté por varias horas, pero no pude. Enfurecido, empecé a patear todo lo que tenía a mi alcance. Rompí casi todos mis juguetes, almohadas, sábanas, todo.
Cuando entraron mis padres a mi cuarto, ya era de noche. Yo no había salido de allí en todo el día. Se asustaron mucho. Encontraron todo revuelto y destrozado. Pensaron que su pequeño hijo había enloquecido. No sabían que hacer. A fin de cuentas, eran empresarios, no eran grandes psicólogos o genios de la terapia. Así que me dejaron solo otra vez.
Ya era muy tarde me acuerdo. Las once de la noche, o más. El cansancio había vuelto a mí, pero ya no me preocupaba por volver al paraíso del mago. Estaba resignado. Ya lo había intentado tantas veces en vano que no tenía esperanzas.
Al final, me dormí. Para mi sorpresa, empecé a soñar de vuelta. Ahora estaba sentado en una silla, para mi altísima. En frente mío, otra silla del mismo tamaño,vacía. Estaba en un cuarto blanco. Las paredes, el piso y el techo, blancos. Ni una puerta, ni una ventana, Era muy raro. De la nada, el mago se materializa frente a mis ojos. Se sienta.
Joaquín, querido, ¿Por qué reaccionaste así? ¿No recordaste lo que habíamos arreglado? Ibas a visitarme una vez por semana, no más. Por eso no pudiste volver a mi paraíso. Te lo dije bien claro pequeño. Yo iba a encargarme de todo. De traerte en el momento justo. Tienes que estar tranquilo. Vas a volver. Todo a su tiempo, no te desesperes. Ah, y me olvidaba. No debes contarle a NADIE de la existencia de mi lugar. Es un secreto, recuerda. No tengo espacio para todo el mundo. Es un privilegio al que pocos llegan. ¿Estás más tranquilo ahora Joaquín?
Esta bien mago, confió en vos, le dije con cierta timidez.
Muy bien, ahora, volverás a tu mundo, y serás un buen niño ¿De acuerdo? Harás caso a tus padres en todo, y en una semana, volverás a visitarme, ¿Esta bien?
Asentí con la cabeza, y luego, un torbellino me arrastró hacia mi cama.
Joaco, pero entonces, si me estas contando todo esto, no estás cumpliendo con tu promesa. ¿Qué va a pasar entonces? Para que te pregunté soy una tarada. Sofía transpiraba, y sus manos, temblorosas, casi tiran el único vaso que quedaba sobre la mesa al suelo. Joaquín trató de calmarla ,aunque sabía mejor que nadie lo que se le avecinaba.
No tengas miedo Sofía, no va a pasar nada malo. Todo lo que pase de ahora en más, será para bien de los dos, quedáte tranquila. Estamos haciendo lo correcto.
¿Seguro? El vaso que se cayó fue una señal, estoy segura. Esto que me contás, es algo...
BUM!!
¿Qué fue eso Joaco por dios? Ese ruido, viene de la cocina, ¿Qué fue? ANDA A FIJARTE TENGO MUCHO MIEDO, NO ME GUSTA NADA ESTO.
Tranquila Sofi, se habrá caído algo nomás, no te preocupes.
Joaquín se dirigió a la cocina y al entrar, no podía creer lo que vio. Cada vez estaba más claro lo que pasaba. El mago estaba furioso ya que había roto su promesa. La condición para volver a su reino era no contarle a nadie acerca de su existencia. Su ira se estaba manifestando en el mundo terrenal. En el piso de la cocina, destrozado, se encontraba un antiguo y pesado reloj de madera que colgaba en la pared. Joaquín lo miraba atónito. Era de su abuela, y estaba sujeto con firmeza. Era imposible que se cayera. Sin embargo, ahí estaba, destruido, cómo si alguien lo hubiese arrojado al piso de manera iracunda.
Volvió al comedor donde estaba Sofía decidido a seguir su relato. Estaba lleno de miedos, dudas. Pero luego pensaba que iba por el buen camino, entonces aquello lo serenaba. Ya no podía arrepentirse.
¿Que pasó? ¿Qué fue ese estallido Joaco?
Se cayó una madera vieja al piso y hizo todo ese quilombo. Mintió Joaquín para calmarla un poco. No te preocupes. Voy a seguir contándote.
¿Estás seguro Joaco? ¿No va a pasar nada malo verdad?
Quedate tranquila, es lo que tengo que hacer, estoy seguro.
Dale seguí entonces, confió en vos.
Joaquín retomó su historia desde donde la había dejado.
La semana siguiente a mi primera visita volví al paraíso. Fue incluso mejor que la primera vez. Y la tercera, fue todavía mejor. Cada vez que volvía, había más niños, más diversión, el sol estaba más fuerte, los árboles más grandes, las flores más hermosas. Era increíble la belleza del lugar. Todas las veces que llegaba, el mago me abría las puertas de su mundo con un cálido saludo, y yo corría en busca de la felicidad más plena.
Igualmente Joaquín, tengo una pregunta.
Decíme Sofi, ¿Qué pasa?
Hay algo que no entiendo. Todo este mundo le parecería un paraíso a cualquier niño. Pero, ¿Qué pasó cuando creciste?¿ Cuando eras un adolescente, te siguió pareciendo un paraíso?
Todo tiene una explicación. Como ya te dije, cada vez que volvía, el paraíso del mago cambiaba. Y con el tiempo, este lugar se fue adaptando a nuestras necesidades. Cuando crecí, todos crecieron a la par mía. Me volví un adolescente, y en el bosque aparecieron canchas de fútbol, enormes pantallas de cine, lugares de video-juegos, pistas de patinaje. Volví a crecer y me encontré con mesas de billar, casinos, recitales de bandas soñadas, mitológicas. Bares, discotecas, enormes fiestas repletas de gente feliz y en paz. Era un festejo eterno. Aquel universo se fue adaptando a todos nosotros, y cada vez se volvía aún más increíble.
El tiempo pasó y me volví un joven maduro y sociable. Me hice muy amigo del mago. Éramos confidentes. Él permaneció idéntico al primer día en que lo vi, solo que ahora yo era más alto que él. Cada vez que volvía a su paraíso, nos quedábamos hablando horas, o lo que yo sentía que eran horas. Realmente no se distingue muy bien el tiempo allí. Cuando cumplí los dieciséis, llegamos a un acuerdo. Las visitas aumentarían a cuatro veces por semana. A los diecisiete, acordamos que sean seis. A los dieciocho, me dejó ir todos los días. Al año siguiente, ya iba varias veces por día, y así cada año me dejó visitarlo más tiempo.
Hoy en día paso más tiempo en su mundo que en este, el mundo terrenal que tanto odio y rechazo. El mundo al que vos querés que vuelva Sofía, y que viva como vos lo vivís. Vos tenes que entenderme. Es más, tendrías que acompañarme. Ese es el verdadero mundo. Un paraíso con cosas hermosas de verdad, no como acá que esta lleno de gente muriendo de hambre, o robando, o asesinando o torturando. Allá somos todos felices. Deberías sumarte a nosotros. Te vendría bien. ¿No tenes ganas de viajar?
PARTE III – EL VIAJE
Al entrar al departamento de Joaquín aquella tarde, Sofía estaba convencida de que era un cobarde. Creía que escapaba de la realidad durmiendo e ignorando lo que pasaba a su alrededor. Ahora, su relato le parecía descabellado, sin dudas. Pero la atmósfera que había en aquel departamento era aterradora luego de aquellos macabros incidentes. El vaso que rodó al suelo por sí solo. El reloj que cayó sin ninguna explicación. Todo eso hacía que Sofía sienta curiosidad por descubrir de que se trataba todo ese asunto del mago y el paraíso. Aún resonaba en su cabeza la pregunta de su amado: ¿No tenés ganas de viajar?
Al parecer, esas señales daban cuenta de que la historia de Joaquín era real, por lo tanto también era verdadera aquella horrible atmósfera que se respiraba en ese comedor. Hasta el aire que se respiraba se había vuelto más tosco y difícil de inhalar. Horribles escalofríos recorrían el cuerpo de Sofía y la hacían dudar. ¿Debería intentar ese viaje? El mago parecía más real que la realidad misma. Aquellas inquietantes sensaciones, ¿Serían un presagio de algo espantoso que les podría pasar?
¿Y, querés? Joaquín parecía tranquilo a pesar de las malas vibraciones que los rodeaban. Sabía perfectamente lo que podría pasar si viajaban, pero no quería asustar a su enamorada.
Tengo mucho miedo Joaco, ¿Y si pasa algo?
Quedate tranquila, no va a pasar nada. Va a estar todo bien. Tenemos que vivir juntos esa realidad mágica. Faltan diez minutos para mi próxima visita ¿Entonces me acompañas?
Sí Joaco, voy a ir con vos.¿Qué tengo que hacer? El corazón de Sofía palpitaba con intensidad. Iba a conocer otra realidad. Un mundo nuevo. Iba a entender el por qué del modo de vida tan extravagante de su amado. No era un ermitaño como todos creían. Sus sueños iban más allá incluso de la realidad. No eran un escape, sino un vehículo. Con ellos viajaba. Los nervios aún no se iban, pero su decisión ya estaba tomada. Iban a viajar juntos.
Vamos a mi cama Sofi, tenemos que dormir primero, acordáte.
Dale, soñemos juntos Joaco. Viajemos juntos.
Fueron hasta el dormitorio y se acostaron en la cama de Joaquín. Era enorme, de dos plazas, más cómoda que ninguna otra. Alguien que duerme tantas horas, debería tener una cama lo suficientemente confortable. Se tuvieron cara a cara, a centímetros uno del otro. Ambos tenían unas irrefrenables ganas de besarse, hasta que Joaquín no se resistió más y lo hizo. Besó a Sofía como nunca antes lo había hecho.
La pasión los envolvió y sus cuerpos se enredaron, se volvieron uno. Estallaron como dos galaxias que chocan entre sí. Tantos años que no se veían, que sus pieles no se rozaban, que sus labios no se conectaban, contribuyeron a la intensidad de aquel encuentro.
Al terminar, Sofía se quedó dormida recostada en el pecho de Joaquín. Es el momento, se dijo a sí mismo. Cerró los ojos, y emprendió su viaje hasta el mundo del mago.
Al llegar, el mundo había cambiado. Se encontraba devastado, similar a una ciudad apocalíptica propia de las películas. El cielo, ya no era radiante y espléndido como siempre lo había sido. Ahora, estaba ennegrecido, con tintes de naranja y de rojo. Parecía como si hubiera estallado la bomba de Hiroshima en aquella tierra de fantasía. Al observar el interior del reino tras las rejas, Joaquín observó los árboles rotos, como partidos por rayos. El río estaba seco. El bosque se encontraba arrasado por completo. No había ni un alma. Los bares, los escenarios, las discotecas, devastados como por un terremoto. Estaban demolidos, con las paredes y las ventanas destruidas. Jamás imaginó ver así a su mundo. Era espantoso.
Joaquín miraba hacia todos lados y sólo hallaba desolación. Fue entonces cuando el mago apareció.
¿Mago qué pasó? ¿Todo esto fue por mí culpa? Me siento terrible.
Es tarde para arrepentirse muchacho. Lo hecho, hecho está. Rompiste tu promesa, y ahora todos pagamos las consecuencias. El mundo se desvanece, se consume. Con tan solo uno de nosotros que falte a su promesa, y su energía se esfuma. Mi energía, la de todos.
Pero mago, ¿No hay alguna forma de reparar todo esto? Tiene que haber una forma.
Hay un camino que nos devolvería la energía, pero no es justamente el que estás tomando querido Joaquín. Estás actuando de manera incorrecta. Se lo que hiciste. No sólo rompiste tu promesa, sino que intentaste traer a esa joven aquí, cuando sabes perfectamente que es imposible. Nadie ajeno al reino puede visitarnos, son las reglas. Mi paraíso es develado cuando tiene que ser, y a la persona indicada.
Lo sé mago, se que no actué como debía. Pero necesitaba mostrarle a Sofía este lugar. Quería que lo conozca para que comprenda por qué vivo como vivo. Quería intentarlo, pero veo que no lo logré. Ahora el paraíso que conocí esta devastado, y por mi culpa. Debí frenarme ante las señales que me mandaste, pero no pude. ¿Ahora que puedo hacer para solucionar todo? No me importa, sólo quiero arreglar lo que hice. Decíme.
Lo que debes hacer lo sabes, porque te lo explique hace un tiempo largo. Se ve que lo olvidaste. ¿Olvidaste acaso lo que te conté acerca de los que traicionan su palabra? ¿No recuerdas Joaquín lo que les pasa? ¿Quieres que te refresque la memoria?
No te preocupes mago, no hace falta. Se perfectamente lo que pasa y estoy dispuesto a afrontarlo. Haré lo que sea por salvar al reino. Pero tú también debes hacer algo por mí a cambio. Por la relación tan fuerte que forjamos, creo que no podrás decirme que no.
Esta bien querido. Pídemelo. Veré que puedo hacer.
Afrontaré mi destino si la dejas conocer el reino, aunque sea por una hora. Si yo salvo tu mundo, volverá a la normalidad, ¿No es así? ¿Podrás hacer eso mago? ¿Tu energía será suficiente para traerla por una hora? Es lo único que pido. No puedo hacer lo que voy a hacer sabiendo que nunca va a conocer el mundo que me maravilló desde el momento que di mis primeros pasos en él.
De acuerdo Joaco. Creo que mi energía será suficiente para traerla por una hora. Pero dime una cosa : ¿Cómo se siente?
El rostro de Joaquín denotaba una expresión de sorpresa mezclada con extrañeza.
¿Qué cosa mago? Preguntó sin tener idea alguna de lo que se traía entre manos.
Bueno, tú sabes. Yo soy un ser eterno. Jamás conoceré la muerte. Siempre fue algo que me interesó mucho. Me despertó curiosidad. ¿Cómo se siente?
Te lo voy a decir cuando me muera mago, por ahora sigo respirando.
Por ahora, tú lo dijiste bien. Pero sabes lo que tienes que hacer para salvar al reino, y aquella tarea involucra un gran riesgo. Un enorme peligro. Hay grandes posibilidades de que mueras, ¿Lo sabes verdad?
Se perfectamente lo que puede pasarme mago. Pero también me conozco. Sé hasta donde puedo llegar. Me tengo confianza. Jamás perdí la fe en mí. De todos modos tengo mucho miedo.
Yo también confío en ti muchacho. Sin embargo, no es por desearte un final trágico, ni nada por el estilo, pero, si llegara a pasar lo peor ¿ Me contarías de alguna forma lo que se siente?
De acuerdo mago, te lo haré saber. Ahora, creo que llegó el momento de regresar. Tal vez por última vez.
¿Qué vas a hacer querido? ¿Qué vas a decirle a tu amada antes de emprender tu tarea?
La verdad no sé. Pero una virtud que siempre me caracterizó fue la precaución, por lo tanto la voy a seguir manteniendo. Voy a despedirme.
PARTE IV – LA DESPEDIDA
Joaquín abrió los ojos. Se encontraba en su cama de nuevo .Sofía seguía dormida con la cabeza en su pecho. La despertó con un tierno beso en la frente, y le contó las novedades.
Entonces, el mago me dijo que puedes venir conmigo a su mundo. Vamos a ir juntos Sofía!
Joaquín estaba mintiendo, pero no quería alarmarla. Sabía que debía emprender su tarea, y que quizás moriría en su intento. Pero no le diría nada. Quería con todas sus fuerzas salvar aquel lugar paradisíaco y que Sofía se maraville ante él.
Seguro Joaco, ¿No va a pasar nada malo no?
Sí, quedate tranquila. Ahora vas a entender porqué me la pasaba durmiendo. Te va a encantar ese paraíso. No vas a querer volver a este mundo oscuro y lleno de tragedias.
Joaquín, no empecemos otra vez.
Bueno esta bien. Calmó la posible discusión con un tierno beso, y al alejar su boca de la de Sofía, ella le sonrió con la más tierna de las sonrisas. Estaba feliz y calmada. Confiaba en la palabra de su amado.
¿Nos volvemos a dormir entonces? Dijo mientras acariciaba el rostro de Joaquín.
Sí, pero antes quería despedirme.
¿Despedirte? ¿Y por qué? ¿A dónde te vas bobo?¿ No era que nada malo iba a pasar? No me jodas. Sofía pensó que le estaba haciendo un chiste. Joaquín jamás había hablado más enserio que en aquel momento. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Debo hacer algo Sofía. Algo muy complicado. Es algo riesgoso, pero que no puedo esquivar. Estoy seguro de que es lo mejor para ambos. Vos vas a estar más tranquila, y vas a poder entender el porqué de mi forma de vida. Vas a verlo con tus propios ojos. Si llegara a fallar, voy a estar más sereno que nunca. Incluso quizás no vuelva a ver esta horrible realidad jamás.
Joaquín no me asustes, ¿Qué me querés decir? ¿Esta realidad jamás? No hagas ninguna locura Joaquín, por favor.
No tengas miedo linda. Te amo, y quiero lo mejor para vos. Y lo mejor es que entiendas todo lo que viví. Por qué lo viví. Y que me recuerdes como alguien que te amó y te amará por siempre.
Pero Joaco, estás hablando como si te fueras a morir.
El silencio imperó en la habitación. Joaquín abrazó a Sofía con fuerza. Sus ojos rojos, llenos de lágrimas, la miraron fijo, y luego ,le dio un beso sabiendo que podría ser el último. Estaba muy asustado. Se tenía fe en afrontar su tarea, pero no le alcanzaba. El riesgo era enorme. Había más posibilidades de perecer en el intento que de sobrevivir. Sin embargo, no quería alarmar a Sofía. Había sido precavido. Se había despedido como debía. El terror de no volver a ver al amor de su vida le carcomía el cerebro. Sus miedos lo absorbían, pero no quería trasladárselos a su amada. Quería que esté tranquila y serena, dispuesta a vivir una experiencia mágica.
No tengas miedo. Recuerda esto, una despedida es necesaria para volver a reencontrarse.
Aquella frase caló hondo en Sofía, y se calmó. Entendía que todo lo que tenga que pasar, pasará por el bien de ambos.
¿Nos vamos de viaje linda?
Obvio, vamos mi amor.
Esta vez se abrazaron, y se quedaron dormidos de esa forma. Joaquín con un rostro melancólico pero a la vez, satisfecho. Sofía relajada, a la espera de lo que sucedería.
Sofía volvió a abrir los ojos. Ya no se encontraba en la cama. Ahora estaba en un enorme bosque, enrejado por completo. Allí adentro había una enorme multitud de gente en un gran festival de rock. Tocaban todas las bandas que a ella más le fascinaban. Incluso músicos que ya estaban muertos, se encontraban tocando allí. Quería entrar, estaba desesperada. De pronto, escuchó una voz que le habló.
Hola querida, parece que te interesa la música no es así?
Se dio vuelta y observó a una persona que encajaba a la perfección con la descripción que le había dado su enamorado. Aquel hombre era el mago.
Si me interesa, me encanta. ¿Usted es el mago no es así? Es increíble, tal como Joaco me contó. Todo es cierto, todo es maravilloso. Es fantástico. ¿A propósito, donde esta Joaquín? Viajamos juntos.
Dulce, ¿Joaquín no te ha explicado bien las cosas no es así?
¿Qué cosas? Sofía miraba constantemente hacia el festival mientras conversaba con el mago. Quería entrar ya mismo.
Exacto, de que manera llegaste a este lugar. No fue tarea sencilla. Se te permitió ingresar aquí por expreso pedido de Joaquín y solo por una hora, ya que no tengo más energía para mantenerte por más tiempo querida. Además, mi mundo se encontraba devastado, ya que Joaquín rompió su promesa. Igualmente, logró subsanar su error, y todo volvió a la normalidad. Pero pagó un precio muy caro por salvar mi mundo y por traerte hasta aquí muñeca...
El tono de voz del mago era macabro. Joaquín había cumplido con su tarea, ya que el reino se encontraba radiante y pleno como siempre. Pero el riesgo era enorme, y su vida pendía de un hilo al realizar aquella peripecia. Él siempre fue conciente de eso, pero no le importó el riesgo. Quería salvar el reino para que su amada lo conozca y entendiera a la perfección que le pasaba por la mente a la hora de elegir dormir tantas horas. Quería que viaje de la misma forma que lo hacía él todos los días. Su amor por Sofía le dio la vitalidad necesaria para emprender esa tarea sin titubear. No le importó perder la vida en el intento.
¿Pagó un precio muy caro? Dios mío que le hice. Yo no quería hacerle nada, no, no , encima que yo llegué a la casa y lo agredí tanto, lo lastimé mucho. Siempre lo insulté, tildándolo de miedoso, de querer escapar de la realidad. Yo nunca quise hacerle mal. Lo amo con locura. ¿Qué le hice?
Sofía se quebró. Su rostro se cubrió de lágrimas. Temió lo peor. Le asustaba la posibilidad de no volver a ver a Joaquín nunca más.
Debes estar tranquila princesa. Lo que hizo Joaquín es una enorme muestra de amor hacia ti. No te sientas mal, él te ama, y eso será así hasta el fin del mundo. O mejor dicho, de los mundos ,je. Además logró contactarse conmigo y me hizo saber que se encuentra bien. Quedamos en que se contactaría conmigo para contarme de...bueno mejor no hablar más. Cálmate pequeña y entra. Se bienvenida a mi mundo. Joaquín habría querido que lo disfrutes tanto como él. Ve y estalla de alegría, vamos.
El mago abrió la puerta, de la misma forma que Joaquín le había contado. Apoyando la punta de su delgado dedo índice sobre el pesado portón de hierro. Sofía se secó las lágrimas con su manga, recordó el rostro de su amado, y lo imaginó allí, junto a ella, ambos celebrando y gritando de alegría. Se calmó, y fue corriendo hasta dónde estaban los escenarios. La masa de gente era impactante. Al llegar, anunciaron su ingreso por el micrófono, y todos la aplaudieron. Se sentía radiante, llena de vida. Dueña de una felicidad que nunca antes tuvo. Sofía gritó, aplaudió, bailó y saltó por horas que parecieron eternas. Todo era hermoso, hasta que de pronto, comenzó a sentirse débil, y se desmayó.
Al despertar, se encontraba de nuevo en la cama de Joaquín. Joaquín seguía abrazándola, pero al parecer, todavía no se había despertado. ¿Sería aquel el alto precio que pagó, dormir eternamente? Sofía lo apartó de sí e intentó despertarlo. Joaco, mi vida, despertate. El muchacho no reaccionaba. Sofía se asustó. Tocó su corazón. No latía. Joaco, por favor no me asustes, Joaco reacciona!! Sofía comenzó a hacerle respiración boca a boca. Era inútil. Aquel era el precio que debía pagar. Pudo cumplir con su tarea, pero no logró sobrevivir. El riesgo lo venció. Joaquín jamás abriría los ojos otra vez. Mi amor, no puede ser, perdóname, nunca debí agredirte ni dudar,, perdoname! Sofía parecía desquebrajarse con cada llanto. Su voz ya estaba muy dolida. Abrazó el cuerpo sin vida de Joaquin, y se quedó llorando sobre él quién sabe por cuanto tiempo. Al tomar contacto con su piel, comenzó a pensar que tal vez, la muerte fue aceptada de buena manera por su enamorado. No veía con malos ojos dejar atrás el mundo terrenal, siempre y cuando el reino del mago se salve y su amada lo llegara a conocer. También supuso que le habría agradado terminar con las sospechas de las personas acerca de su modo de vida, tal cómo Sofía había hecho en un principio: creer que era un loco, un miedoso o un ermitaño. Además, jamás volvería a ver los horrores y padecimientos que el mundo de hoy nos brinda, y a los que tanto les temía. Todos esos pensamientos, sumados a la sonrisa que tenía en su rostro, tranquilizaron a Sofía, quién no hizo más que llamar a la policía dando aviso de la muerte del joven.
Infarto agudo del miocardio fue la causa oficial del deceso. Los médicos saben tan poco de la vida pensó Sofía al leer el parte de la autopsia. Ella se encargó de todos los papeles. La fortuna de los padres de Joaquín, derivó en primos y tíos tan lejanos , que ni siquiera vivían en Buenos Aires. Al comunicarles la muerte de su familiar, todos lo tomaron como un hecho de lo más normal y cotidiano. Estaban más preocupados en cuanto dinero les correspondería más que en despedirse de Joaquín.
No hubo funeral. Sofía cremó su cuerpo, y conservó sus cenizas Ya no se sentía mal con ella misma, porque sabía que Joaquín había muerto feliz de aclararle los pensamientos a su amada. Pese a esto , lo extrañaba horrores. Su vida no era la misma. Sus amigos la notaban distinta. Cada vez la veían menos. Se había vuelto más antisocial, más distante. Su familia la había dejado notoriamente de lado. Se apartó cada vez más del círculo de personas que frecuentaba, y comenzaron a tildarla de antisocial. Comenzó a dormir más. Todos pensaron que era por temor a la realidad. Creían que estaba escapando de su presente. Pensaban que no quería asumir la muerte de Joaquín. Pobre tontos, no saben nada, decía ella.
Un día se despertó, y miró el reloj: diecinueve horas, wow, nuevo record! Se dijo a sí misma. Sin duda dormir se había transformado en su actividad favorita. Nada interrumpía los sueños de Sofía.
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