lunes, 9 de agosto de 2010

"El paraíso del Mago" (Proyecto narrativo 1° versión)


Bueno, aquí está mi proyecto narrativo. Por fín, esta listo. La historia se trata de un joven, que mantiene un modo de vida muy particular, y una joven, que esta enamorada perdidamente de él, que es la única que lo entiende, y que dará todo por aclarar el asunto. Hay un choque de realidades, dos mundos que se enfrentan, y juego un poco con temas como la fantasía, la locura y la realidad. La historia me pareció interesante y original, quizás hay momentos que se torne un poco dura. Creo q hay mucho por trabajar, cosas q podría redactarse mejor, momentos que deberían ir mas despacio, y dar información más de a poco. Pero, en fin, esta es mi primera versión, y espero que la disfruten y sepan criticarla, ya que me será de mucha ayuda. El título es provisorio, ya que mucho no me convence. Espero que me ayuden a encontrar uno mejor. Muchas gracias por el tiempo que se tomen para leerlo quienes la lean, y si quieren hojeenla, están en todo su derecho. Un fuerte abrazo!
Pablo.




PARTE I : JOAQUÍN

Nada interrumpía los sueños de Joaquín. El dormir era sin duda su actividad favorita. Muchas personas le retrucaban que era inhumano y antisocial pasarse tantas horas durmiendo. En ocasiones llegó a dormir veinte horas en un día. Sin embargo, él siempre defendía a ultranza su tiempo de sueño. Decía que dormir tanto lo revitalizaba, y que los momentos que estaba despierto podía aprovecharlos al máximo, en plenitud física y mental.
Sentía renacer su cuerpo cada vez que abría los ojos al despertar. Las primeras bocanadas de aire que inspiraba eran absorbidas de manera óptima por sus pulmones. Sus piernas, al levantarse de la cama, lo encaminaban a un elixir de placeres, aunque muchas veces, eran de ínfima duración.
Un día, Joaquín se levantó, como siempre se desperezó y miró su reloj. Veintitrés horas! Todo un nuevo record! Le costó trabajo recordar que había sido lo último que había hecho antes de acostarse. Luego de un esfuerzo mental, logró verse caminando por el barrio rumbo a la panadería. Se le antojaron facturas para merendar. O desayunar. Con tan pocas horas al día despierto era difícil de distinguir. Al llegar a su casa, se preparó un café, merendó y vio un rato el noticiero. Recordó que la ciudad era un caos, el tránsito era imposible, las calles colapsaban. Se alegró de estar próximo a acostarse nuevamente. Por cierto, el egoísmo era otra de sus cualidades. Amaba mantenerse ajeno a la realidad. Vivía encerrado en su prisión de almohadas y sábanas. Pocas veces escapaba de allí. El mundo es muy triste y yo quiero ser feliz! NO puedo ser feliz con tantas desgracias! Se repetía. Y a su manera era feliz.

Los pocos familiares que le quedaban lo ignoraban. El contacto con sus primos y tíos era escaso. Sus padres, empresarios millonarios dueños de miles de hectáreas de campos en el sur, fallecieron cuando Joaquín tenía 16 años. Toda su fortuna ahora estaba en sus manos. Sin embargo, el vivía con lo justo. Había especialistas que se encargaban de mantener a flote el negocio familiar. Pese a esto, llegaba a sus manos el dinero suficiente como para no tener que trabajar. Al no tener necesidad de vender su fuerza de trabajo para subsistir, Joaquín ganaba muchas horas para dormir.

Sus amigos lo habían abandonado. Escasos recuerdos guardaban de él. Poco a poco, la gente con las que había formado vínculos en su infancia, en el club donde solía jugar al fútbol, en la escuela, o en el barrio, fueron dejando de contactarse con él. En los intentos de llegar a él, abundaban los fracasos, ya que cuando intentaban llamarlo por teléfono, o ir a su casa, Joaquín, casi siempre dormía.
Encontrarlo despierto era una verdadera lotería. Algo utópico para cualquier mortal. Ya que era una simple cuestión de azar el horario en que Joaquín terminaba sus siestas interminables. Sin embargo, una vez alguien dio en el clavo. Y ese alguien, fue quizás, la persona más indicada. Era Sofía, su gran amor del quinto año de la secundaria. La única que jamás renunció a perder su recuerdo, a pesar del paso del tiempo. La que más había luchado para que Joaquín durmiera menos y reconozca que tenía un problema. Y aquella noche de jueves, el destino los puso cara a cara otra vez, después de casi diez años.
Al abrirle la puerta, Joaquín se quedó atónito. Su cerebro tardó en procesar las imágenes que sus ojos captaban, pero ese rostro no lo había olvidado, eso sin dudas.
Los enormes ojos marrones de Sofía, sus delicados labios y su cabello negro seguían allí, en los recuerdos de Joaquín.

Sofía! Que sorpresa, pasá, pasá. Dijo Joaquín con una expresión de sorpresa indefinible. Sofía se acomodó en una silla del comedor. La mesa estaba servida, cual si estuviera a punto de almorzar, pero no había ni rastros de comida allí.
Bueno, por fin, después de mil veces que te toqué el timbre, por fin me abrís la puerta. Le retrucó Sofía.
Sabes como soy, vivo a mi manera, je je .
Justamente de eso es de lo que te quería hablar. Hace muchos años que intento que hablemos de eso, de tu manera de vivir la vida. Quiero que hablemos de tu problema.

Joaquín no entablaba una conversación fluida desde tiempos inmemoriales. Sus diálogos cotidianos eran breves, en general a la hora de realizar compras, pedidos. Charlas escasas con el verdulero o con el diariero, que Joaquín terminaba abruptamente cuando aparecía algún tema de debate actual. La tan temida realidad de la que escapaba. El “triste” presente.
Le costaba mantener el hilo de la conversación.

Joaquín, me estas escuchando? Joaquín.
Eh..., sí sí, disculpame, es que estas cosas me cuestan. Contestó algo tembloroso.
Conversar te cuesta? Ves que de verdad estás mal? Quiero ayudarte, no quiero que te pierdas las cosas hermosas de la vida por pasártela durmiendo.
Cosas hermosas? Joaquín la miró de reojo. Pobreza, hambre, desnutrición, guerras, esas te parecen cosas hermosas Sofía? Por favor, no quiero vivir esas cosas, no las tolero.

Sofía frunció el entrecejo y comenzó a pensar acerca de si había hecho bien al visitar a Joaquín. Su terquedad permanecía inmutable. Igual que en el quinto año. Se encontraba en una encrucijada, pero decidió no rendirse y ayudarlo, a pesar de que sus pensamientos parecían inquebrantables.

Decime Joaquín, y si en vez de escaparte de la realidad cómo lo haces al dormir, no la enfrentas cara a cara? Qué tenés miedo?

Sofía recurrió a un método más agresivo. Quiso ver cual sería la reacción de Joaquín ante tal planteo.

Miedo? Yo no le tengo miedo a nada ni a nadie Sofía!

Enserio? No parece. Yo te veo lleno de miedos. Creo que por eso dormís tanto. Le tenés miedo al mundo! A la vida Joaquín! Esa es tu manera de ser feliz? Durmiendo más horas al día de las que te mantenés despierto?
No Sofía, No!!!

Joaquín estaba muy alterado, con los ojos inyectados en sangre, la mirada desencajada y los dientes apretados. Su actitud habría sido amenazante para cualquiera, excepto para su eterna enamorada. Lanzó un alarido y arrojó un plato que se encontraba en la mesa contra la pared. Se hizo añicos. Sofía se quedó pálida, aunque se mantuvo firme.

Qué sabés lo que me pasa, eh? Qué sabés? Gritaba a centímetros de su rostro. Hace años que no nos vemos, y ahora aparecés de la nada y te pensás que sabés la causa de todos mis problemas? Yo te amé mucho, pero ya terminó lo nuestro, ya no siento nada por vos!
Estás seguro? Retrucó Sofía. Si ya no sentís nada por mi, me explicas porque tus manos transpiran y tu voz tiembla cuando me hablás? Todavía me querés, no me podrías lastimar nunca, por más sacado que estés.

Al oírla Joaquín se calmó y entró en razón. Nunca había dejado de sentir amor por Sofía. Sin embargo, se sentía invadido, insultado. No iba a dejar que nadie cuestionara su modo de vida, y mucho menos sin conocer como eran las cosas en realidad.
Es verdad. Admitió Joaquín. Todavía siento cosas por vos, cosas fuertes, lo reconozco. Pero no podés aparecer acá, cuestionar mi vida, sin saber nada de mi, de lo que me pasa, del mago, de...

Joaquín se calló de golpe. Jamás le había hablado del mago a nadie, sólo él era conciente de su existencia. Había hablado de más, pero ya no había salida. No había vuelta atrás.

Quién es el mago? Preguntó Sofía con una sensación de curiosidad algo aniñada.
Eh... nadie, olvidate. El temblor había vuelto a la voz de Joaquín.
Contame quien es el mago. Parece que es alguien importante en tu vida. La voz de Sofía dejó de ser infantil, para pasar a ser inquietante, parecida a la de un detective de hollywood que interroga a un sospechoso. Contame.
No es nadie Sofía, olvidate! Gritó Joaquín bastante nervioso. Su rostro estaba empapado en sudor. Quise decir otra cosa y me salió esa palabra, me equivoque. No es nada.

Sofía no aguantó más y estalló. Se sintió muy cerca de la raíz de los problemas de Joaquín. Más que cualquier otra vez. No iba a dejar escapar la posibilidad de saber de que se trataba todo esto. Por qué vivía de esa manera. Tomó un cuchillo de la mesa, y lo sostuvo firme apuntando hacia él.

Estás loca, calmate!
Lo hago por tu bien Joaco. Decime quien es el mago, porque sino te voy a matar. Sofía pronunció esta frase con una frialdad propia del mejor de los cirujanos. Estaba desesperada. Actuó bien el papel de asesina. Es fácil, contame y no te va a pasar nada. Va a ser mejor para los dos.

Sabía que Sofía era incapaz de matar a una mosca. Nunca temió por su vida. Pero sintió que contarle sobre el mago sería un desahogo. Tal vez, un alivio que lo reconfortaría. Además, la actitud de Sofía lo preocupada demasiado. Quería tranquilizarla ya que, al fin y al cabo, era el amor de su vida. Decidió comenzar a hablar.

Esta bien Sofía, calmate. Querés saber quién es el mago?
Sofía asintió con la cabeza.
Bueno. Te voy a contar todo. Sentáte.



PARTE II : EL MAGO


Sofía tomó asiento en el sillón del living. El departamento de Joaquín era amplio y lujoso. Demasiado para una sola persona. Televisores pantalla plana, una heladera radiante, vajilla fina, muebles de caoba, un balcón con vista privilegiada. Cualquiera se fascinaría y se quedaría un buen rato hipnotizado con la belleza de aquel lugar. Pero Sofía estaba más concentrada en otros asuntos. No aguantaba más. Quería saber todo sobre aquel enigmático personaje que Joaquín le había nombrado. El mago. ¿Por qué no quería que ella sepa? ¿Por qué le costó tanto hablar del tema con ella? Todo se develaría en ese instante. Ya nada sería igual. Joaquín por fin se decidió y comenzó a esbozar las primeras palabras.

Bueno, emm, por donde empiezo a ver. Seguro querrás saber cómo lo conocí, verdad?
Es una buena forma de empezar , supongo. Dijo Sofía, conservando aún un dejo de intranquilidad.
Vos conoces mi historia, yo te la conté. No siempre fui así yo. Antes era “normal”. Joaquín marcó unas comillas en el aire con sus dedos. Creo que todo empezó cuando yo tenía diez años, y lo vi por primera vez. Me acuerdo que mi vieja me había mandado a la cama sin postre. Me acosté medio triste, pero me dormí rápido. Y al poco tiempo, empecé a soñar.

Joaquín se detuvo por un momento en su relato. Cómo que necesitaba tomar aire. Sentía una presión en el pecho, un malestar que le recorría hasta el último nervio de su cuerpo. Una fría brisa le recorrió la espalda. Era como si el mago no quisiera que revelara su historia. De todos modos, ya había decidido hacerlo. Caminó hasta la cocina y volvió con dos vasos de vino tinto. Bebieron, y Sofía le pidió que continúe.

Seguí Joaco, contame que soñaste.
Bueno. Soñé que estaba frente a las puertas de un mundo nuevo. Un mundo desconocido. Un mundo de fantasía. Las puertas eran enormes rejas, altísimas, o por lo menos para mí, que era un niño. Me acerqué hasta el portón que me impedía el paso e intenté abrirlo, pero estaba cerrado. Frustrado, me dediqué a mirar a través de los barrotes de la reja. Del otro lado se veían niños riendo, jugando entre ellos. Todos corrían alegres por un enorme bosque. El ambiente se encontraba repleto de árboles y flores hermosas. Un río recorría todo el lugar, y algunos se bañaban allí. Desbordaban de felicidad. Era un paraíso. Me moría de ganas de entrar, de sumarme a ellos. Desde adentro me llamaban. Me invitaban a pasar. Querían que este ahí con ellos. Me desesperé. Traté de trepar la reja pero era imposible. Era demasiado alta. Lo intenté varias veces, hasta que frustrado, me senté en el piso, mirando hacia abajo, lleno de frustración por no poder ir a jugar con ellos. Mis esperanzas se derrumbaron, y mi hermoso sueño se transformó en pesadilla. Hasta que escuche una voz. Hola pequeño. Quién eres? Levanté la vista y lo vi. Era un sujeto alto, me pareció altísimo en ese momento, no sé, tres metros de altura quizás, luego entendí que era un sujeto normal, de mediana estatura. Tenía una mirada tierna, unos ojos verdes que emanaban dulzura. Era calvo, y tenia una larga y ensortijada barba negra repleta de canas que se tornaba gris. Estaba vestido con una larga túnica violeta, similar a la de los magos de las películas medievales viste? Su rostro estaba arrugado y envejecido, sin embargo, transmitía una vitalidad enorme. Dos aros dorados en forma de cruz colgaban de sus orejas. Sus manos, también arrugadas, tenían dedos largos y delgados, con uñas muy largas, que me hicieron acordar a las esculpidas que usaba mamá. Me llamó Joaquín, me acuerdo que le dije algo tímido. Quiero entrar a jugar con los chicos, y no puedo, porque la puerta esta cerrada. Podemos arreglar eso querido. Este lugar es mío. Yo decido quién entra. Es un gran secreto para la gran mayoría, pero algunos afortunados como tú, logran descubrirlo en algún momento. Mira, te dejaré pasar, pero con una condición. Cualquier cosa, lo que sea, quiero entrar a jugar!! Le dije desesperado. Mira, es algo sencillo lo que voy a pedirte Joaquín. Solamente quiero que vengas a visitarme a mí y a los niños una vez por semana. Aceptas? Tú sólo di sí o no, y yo me encargaré del resto. Sí cómo no señor, señor? No sabía su nombre, así que esperaba que me lo diga. Digamos que no tengo un nombre ya que, podríamos decir que no somos del mismo lugar pequeño. De donde yo vengo no acostumbramos usar nombres. Mira, por mi apariencia creo que luzco bastante parecido a un hechicero, o a un brujo. Pero son apodos que no me agradan. Mira, llámame mago, te parece bien? Sí, esta bien señor mago. ¿Así? Mejor mago a secas, eso de señor no me simpatizó mucho, de acuerdo Joaco? Claro, mago, claro. Muy bien jovencito. Entonces adelante, a jugar! El mago tocó con la punta de su largo dedo índice la puerta de aquel paraíso y esta se abrió de inmediato. Entré corriendo, saltando de alegría. Saludé a unos niños que estaban jugando arriba de un enorme roble, lo trepé y me sumé a ellos. Quien sabe cuanto tiempo estuve arriba de aquel árbol. Después bajé, y fui hacia el río. Me zambullí con la ropa puesta, y me puse a jugar con los que estaban ahí. Al salir, ya exhausto, miré hacia la puerta, y allí estaba el mago, observándolo todo con una sonrisa. Su rostro reflejaba tranquilidad, pero ahora que lo pienso, su mirada era bastante inquietante. El sol me secó apenas salí del agua. En ese momento me di cuenta de que aquel lugar era mágico. Seguí jugando con los niños hasta que, agotado, me tiré en el pasto, y me quedé allí acostado.
De pronto, volví a mi cama, a la realidad. Miré a mi alrededor. Ya no estaban el río, los árboles, las flores, los niños. Solo mi cuarto, mis aburridos juguetes de siempre, y la ventana abierta donde ya se veía el sol próximo a salir. Mi mamá vino a despertarme. Tenía que ir al colegio ese día. Y yo me sobresalté, me puse a llorar, a gritar, a patalear. Quería volver a ese lugar! Quería volver a ese mundo de fantasía. Ese paraíso. Vamos Joaco, tenés que ir al colegio, por favor! Mi mamá me imploraba, me rogaba, pero yo no hacía caso. Le pegué tantas patadas en mi berrinche que se agotó y se fue, bastante decaída me dejó en mi cuarto. Se rindió.
Yo sabía lo que quería. Volver al paraíso de aquel extraño mago. Entonces, decidí hacer lo mismo que me había conducido hasta allí. Dormir. No tenía sueño, ya había descansado lo suficiente, sin embargo, cerré los ojos y los apreté con fuerza, intentando volver a soñar. No lo logré. Lo intenté por varias horas, pero no pude. Enfurecido, empecé a patear todo lo que tenía a mi alcance. Rompí casi todos mis juguetes, almohadas, sábanas, todo.
Cuando entraron mis padres a mi cuarto, ya era de noche. Yo no había salido de allí en todo el día. Se asustaron mucho. Encontraron todo revuelto y destrozado. Pensaron que su pequeño niño había enloquecido. No sabían que hacer. A fin de cuentas, eran empresarios, no eran grandes psicólogos o genios en la terapia. No supieron como reaccionar. Así que me dejaron solo otra vez.
Ya era muy tarde me acuerdo. Las once de la noche, o más. El cansancio había vuelto a mí, pero ya no me preocupaba por volver al paraíso del mago. Estaba resignado. Ya lo había intentado tantas veces en vano que no tenía esperanzas. El sueño me termino derrotando, y me quedé dormido. Para mi sorpresa, empecé a soñar de vuelta. Ahora estaba sentado en una silla altísima para mi. En frente mío, otra silla del mismo tamaño. Estaba en un cuarto blanco. Las paredes, el piso y el techo, blancos. Ni una puerta, ni una ventana, Era muy raro. De la nada, el mago se materializa frente a mis ojos. Apareció de la nada, y se sentó en la silla. Joaquín, querido, por qué reaccionaste así? No recordaste lo que habíamos arreglado? Ibas a visitarme una vez por semana, no más. Por eso no pudiste volver a mi paraíso. Te lo dije bien claro pequeño. Yo iba a encargarme de todo. De traerte en el momento justo. Tienes que estar tranquilo. Vas a volver. Todo a su tiempo, no te desesperes. Ah, y me olvidaba. No debes contarle a NADIE de la existencia de mi lugar. Es un secreto, recuerda. No tengo espacio para todo el mundo. Es un privilegio al que pocos llegan. ¿Estás más tranquilo ahora Joaquín? Vas a volver, quédate tranquilo. Esta bien mago, confió en vos, le dije con cierta timidez. Muy bien, ahora, volverás a tu mundo, y te serás un buen niño de acuerdo? Harás caso a tus padres en todo, y en una semana, volverás a visitarme, esta bien? Asentí con la cabeza, y luego, me sentí arrastrado por un torbellino y volví a mi cama.

Sofía hizo una pausa en la historia de Joaquín. Todo le parecía increíble. Aún no lo creía del todo. Le parecía un enorme delirio. Comenzaba a pensar si no era un trastornado, un esquizofrénico, que deliraba mundos paralelos y seres mágicos. Igualmente quería seguir el hilo, atar cabos, y llegar a una conclusión. Quería saber más.

Y entonces volviste Joaco? Volviste la semana siguiente al paraíso del mago?
Así es. Volví, y fue aún mejor que la primera vez. Y la tercera, fue todavía mejor. Cada vez que volvía, había más niños, más diversión, el sol estaba más fuerte, los árboles más grandes, las flores más hermosas. Era increíble la belleza del lugar. Todas las veces que llegaba, el mago me abría las puertas de su mundo con un saludo cálido, y yo corría en busca de la felicidad más plena.
Igualmente Joaquín, tengo una pregunta. Sofía comenzó a atar algunas ideas en su mente, y se le ocurrió algo. Una pregunta determinante.
Todo este mundo le parecería un paraíso a cualquier niño. Cualquier niño se la pasaría durmiendo con tal de estar siempre allí. Pero, que pasó cuando creciste?¿ Cuando eras un adolescente, te siguió pareciendo un paraíso?
Todo tiene una explicación Sofía. Como ya te dije, cada vez que volvía, el paraíso del mago cambiaba. Y con el tiempo, este lugar se fue adaptando a nuestras necesidades. A lo que los habitantes de aquel mundo considerábamos como fantástico. Cuando crecí, todos crecieron a la par mía. Me volví un adolescente, y en el bosque aparecieron canchas de fútbol, enormes pantallas de cine, lugares de video-juegos, pistas de patinaje. Volví a crecer y me encontré con mesas de billar, casinos, recitales de bandas soñadas, mitológicas. La mejor de todas las músicas creadas por el hombre. Bares, discotecas, enormes fiestas repletas de gente feliz y en paz. En un festejo eterno. Aquel universo se fue adaptando a todos nosotros, y cada vez se volvió más intenso.
El tiempo pasó y me volví un joven maduro y sociable. Me hice muy amigo del mago. Éramos confidentes. Él permaneció idéntico al primer día en que lo vi, solo que ahora yo era más alto que él. Cada vez que volvía a su paraíso, nos quedábamos hablando horas, o lo que yo sentía que eran horas. Realmente no se distingue muy bien el tiempo allí. Cuando cumplí los dieciséis, llegamos a un acuerdo. Las visitas aumentarían a cuatro veces por semana. A los diecisiete, acordamos que sean seis. A los dieciocho, me dejó ir todos los días. Al año siguiente, ya iba varias veces por día, y así cada año me dejó visitarlo más tiempo.
Hoy en día paso más tiempo en su mundo que en este, el mundo terrenal que tanto odio y rechazo. El mundo al que vos querés que vuelva Sofía, y que viva como vos lo vivís. Vos tenes que entenderme. Es más, tendrías que acompañarme. Ese es el verdadero mundo. Un paraíso con cosas hermosas de verdad, no como acá que esta lleno de gente muriendo de hambre, o robando, o asesinando o torturando. Allá somos todos felices. Deberías sumarte a nosotros. Te vendría bien. ¿No tenes ganas de viajar?


PARTE III – EL VIAJE



Sofía estaba cada vez más segura de la locura de Joaquín. Antes lo dudaba, pensaba que era un cobarde que escapaba de la realidad de esa forma: durmiendo. Pero luego de oír su historia, le cerraba todo. Su mente no andaba bien. Quería ayudarlo, pero lo veía tan convencido de su realidad, de su mago y de su paraíso soñado, que le parecía demasiado difícil, casi imposible. Aún resonaba en su cabeza la pregunta de su amado: ¿No tenés ganas de viajar? No sabía si bombardearlo con propuestas de tratamientos psiquiátricos, o si seguirle el juego. Se inclinó por la segunda opción.

Bueno dale Joaco, quiero acompañarte. ¿Vos podés hacer que yo viaje?
Mirá, no sé, se me ocurrió recién. Además, tengo mucho miedo. El mago siempre me dijo que yo podía ir a su paraíso, pero si no le contaba a NADIE de la existencia de aquel lugar, y ya te lo conté a vos. Esto jamás se lo había dicho a ninguna persona. No se como va a reaccionar ahora. Igual, quiero intentarlo. Con el correr del tiempo nos hicimos muy buenos amigos, creo que va a entenderme. Es un tipo inquietante, pero se que por dentro es bondadoso. Voy a intentar convencerlo.
Dale Joaco. De verdad, quiero ver lo que vos ves en esos sueños.

En ese momento la mirada de Joaquín cambió. Se sintió muy ofendido.

¿NO ENTENDISTE NADA DE LO QUE TE CONTÉ SOFÍA?¿CÓMO ME VAS A DECIR QUE SON COSAS QUE VEO EN SUEÑOS?! Joaquín se alteró como nunca. Es otro mundo. Es un paraíso al que sólo algunos llegan. Por motivos que no conozco, pero a algunos de nosotros, se nos permitió llegar allí, y el mago nos abrió ese portal de infinita felicidad. Este mundo, el que vos vivís como decís, no tiene comparación alguna con el que el mago me presentó. Es otra realidad. Un mundo donde vale la pena vivir. No son sueños bobos Sofía. Es otra realidad a la que llego cuando me voy a dormir. Pero ese es sólo mi transporte. Yo estoy vivo allí. En este terreno estoy muerto, allá vivo mi vida como se debe realmente. Tenés que venir conmigo Sofía. Tenemos que vivir juntos esa realidad mágica.

Sofía por un instante se asustó. Temió no estar siguiendo las reglas del juego de Joaquín correctamente. Trató de enmendar su error.

Lo siento Joaco, había entendido mal. Quiero transportarme a esa otra realidad con vos. ¿Cuándo podría ser? ¿Puede ser hoy?¿Podés hacerlo? Quiero conocer ese lugar.
Voy a intentarlo. Sí hoy puede ser, querés que tratemos ahora? Faltan diez minutos para mi próxima visita.
Dale, qué hago? El corazón de Sofía palpitaba con intensidad. Comenzó a pensar nuevas ideas. ¿ Y sí Joaquín no estaba loco? ¿Y si realmente viajaba a otra realidad cuando dormía? Ahora sería el momento de comprobarlo. ¿Vamos a dormir juntos?
Sí dale, vamos a mi cama.

Fueron hasta el dormitorio y se acostaron en la cama de Joaquín. Era enorme, de dos plazas, más cómoda que ninguna otra. Alguien que duerme tantas horas, debería tener una cámara lo suficientemente confortable. Se tuvieron en frente, cara a cara, a centímetros uno del otro. Ambos tenían unas irrefrenables ganas de besarse, hasta que Joaquín no se resistió más y lo hizo. Besó a Sofía como nunca antes.
Un tsunami de pasión los envolvió. Estallaron cual dos estrellas que colisionan en una supernova. Tantos años que no se veían, que sus pieles no se rozaban, que sus labios no se conectaban, contribuyeron a la intensidad de aquel encuentro.
Al terminar, Sofía se quedó dormida recostada en el pecho de Joaquín. Es el momento, se dijo a sí mismo. Cerró los ojos, y emprendió su viaje hasta el mundo del mago.
Llegó luego de viajar por una especie de conducto que lo succionaba con una velocidad increíble, como si se convirtiera en un tren bala humano. Aterrizó frente a las puertas de su reino, y el mago lo esperaba con la peor de las expresiones. Se lo notaba muy enfadado. Se encontraba de brazos cruzados, serio y mirándolo fijo sin titibuear. Joaquín no se asustó, quería defender con firmeza su postura.
¿ Ya sabés lo que hice y lo que te vengo a pedir no es así? Dijo Joaquín confirmando algo que ya era obvio al observar el rostro del mago.
Por supuesto muchacho, exclamó el anciano.
¿Pero, no podés hacer una excepción conmigo mago? Con ningún otro tenés la relación que tenemos. Con nadie más hablás tanto, te entendés tanto, y lo proteges tanto como a mí. Por favor, dejala venir. Tiene que conocer este lugar. Además si lo conoce, va a dejar de molestarme. Me va a entender. Va a saber lo que me pasa en verdad. Y yo la amo, quiero que viva la felicidad de la manera intensa que yo la vivo.
Es que no son así las reglas muchacho. Mi paraíso es develado cuando tiene que ser, y a la persona que se le tiene que revelar. No puedes descubrirlo para una persona que eligas. Eso está prohibido.
Vos una vez me hablaste de intercambiar lugares. Me dijiste que sí yo quería le podía ceder mi lugar a otro, no es cierto?
Sí pero no es tan sencillo Joaco. También sabes, porque te lo explique, que dejar tu lugar aquí, acarrea un castigo. ¿Recuerdas ese castigo Joaco?
Sí, lo recuerdo muy bien. Joaquín se perdía en medio de la conversación. Parecía lamentarse y dudar sobre el castigo. No estaba muy seguro de querer pasar por eso, pero, su amor por Sofía era muy intenso, y quería que aclarase sus pensamientos sobre él.
¿Entonces estas dispuesto a renunciar a tu lugar en mi paraíso, y a someterte al castigo, sólo para que tu amiga venga por una hora?

Joaquín se quedó atónito. No podía creer lo que estaba escuchando.
¿Sólo una hora?¿No va a poder visitarte muchas veces como yo lo hago? ¿Pero por qué mago? Es injusto! Encima que mi castigo por dejarle conocer este lugar es enorme, y solamente lo verá por una hora?

Pero Joaquín querido. Este lugar es sólo para unos pocos, te lo he dicho. No puedo dejarle tu lugar para siempre, ya que ella no fue elegida. Sólo la estas eligiendo tú. Además, con respecto a tu castigo, de verdad crees que es tan terrible? Con lo que odias al mundo terrenal en donde has nacido, realmente te parece tan grande?

Joaquín lo pensó otra vez. El mago tenía razón. Su castigo era, más bien un premio. Además, quien sabe las puertas que se le abriría de esa forma.

Tenés razón mago. Además, tal vez sea mejor permanecer de esa forma que como vivo en el mundo terrenal. A lo mejor, podría conocer aún más mundos. Más universos, más paraísos.
Seguro que sí Joaco. Pero recuerda: ningún mundo que puedas llegar a conocer, se le parecerá al mío en lo más mínimo. Este los supera a todos con creces.
Claro que sí querido mago. Entonces te pido un último favor.
Dime y trataré de cumplírtelo querido.
¿Me devuelves a mi mundo, así me despido de ella?


PARTE IV – LA DESPEDIDA

Joaquín abrió los ojos. Se encontraba en su cama de nuevo .Sofía seguía dormida con la cabeza en su pecho. La despertó con un tierno beso en la frente, y le contó las novedades.
Entonces, el mago me dijo que puedes venir conmigo a su mundo. Vamos a ir juntos Sofía!
Joaquín estaba mintiendo, pero no quería alarmarla. Sabía que no volvería a verla nunca más. El castigo del mago no se lo permitiría. Sin embargo, quería con todas sus fuerzas que conozca aquel lugar paradisíaco.
Muy bien Joaco! Me muero de ganas de conocerlo. Sofía también le estaba mintiendo. No confiaba para nada en la palabra de su amado. Según ella, eran más las chances de que estuviera loco, a que sea posible conocer un nuevo mundo al soñar. Le pareció que sus pensamientos seguían el orden de lo lógico. ¿Nos volvemos a dormir entonces?
Sí Sofía, pero antes quería despedirme.
¿Despedirte? ¿Y por qué? ¿A dónde te vas bobo? Sofía pensó que le estaba haciendo un chiste. Joaquín jamás había hablado más enserio que en aquel momento. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Va a ser difícil para mí, pero creo que es lo mejor para ambos. Vos vas a estar más tranquila, y vas a poder entender el porqué de mi forma de vida. Vas a verlo con tus propios ojos. Yo, voy a estar más sereno que nunca, y voy a renunciar a todo lo que más detesto. No volveré a ver esta horrible realidad jamás.
Joaquín no me asustes, que me querés decir? ¿Esta realidad jamás? No hagas ninguna locura Joaquín, por favor.
No tengas miedo linda. Te amo, y quiero lo mejor para vos. Y lo mejor es que entiendas todo lo que viví. Por qué lo viví. Y que me recuerdes como alguien que te amó con locura, hasta su último día en este mundo.
Pero Joaco, estás hablando como si te fueras a morir.

El silencio imperó en la habitación. Joaquín abrazó a Sofía con fuerza. Sus ojos rojos, llenos de lágrimas, la miraron fijo, y luego ,le dio un beso sabiendo que sería el último.
¿Nos vamos de viaje linda?
Obvio, vamos mi amor. Sofía le seguía el juego, pero cada vez confiaba menos en su palabra. Ahora, con esta despedida como si estuviera al borde de la muerte, entendía cada vez menos. ¿Qué pretendía este lunático? Viajar con ella a otra galaxia, morirse. Sus intenciones no eran claras. Sin embargo, el amor que sentía por él era tan inmenso, que la impulsaba a seguir hasta el final. Si era un juego macabro, o si era la pura e ilógica verdad, se le develaría en ese instante.
Esta vez se abrazaron, y se quedaron dormidos así. Joaquín con una expresión entre melancolía y satisfacción. Sofía relajada, a la espera de lo que sucedería.
Sofía volvió a abrir los ojos. Ya no se encontraba en la cama. Ahora estaba en un enorme bosque, enrejado por completo. Allí adentro había una enorme multitud de gente en un gran festival de rock. Tocaban todas las bandas que a ella más le fascinaban Incluso músicos que ya estaban muertos, se encontraban tocando allí. Quería entrar, estaba desesperada. De pronto, escuchó una voz que le habló.

Hola querida, parece que te interesa la música no es así?

Se dio vuelta y observó a una persona que encajaba a la perfección con la descripción que le había dado su enamorado. Aquel hombre era el mago.

Si me interesa, me encanta. ¿Usted es el mago no es así? Entonces Joaquín tenía razón, no estaba loco como yo creía. Este mundo existe EXISTE. No puedo creerlo. ¿A propósito, donde esta Joaquín? Viajamos juntos.
Dulce, Joaquín no te ha explicado bien las reglas no es así?
¿Qué reglas? Sofía miraba constantemente hacia el festival mientras conversaba con el mago. Quería entrar ya mismo.
Exacto, las reglas para que ingreses a este lugar. No fue tarea sencilla. Joaquín debió someterse a un castigo para que vos conozcas mi mundo, y además tu visita sólo podrá ser de una hora de duración.
¿Un castigo? Dios mío que le hice. Yo no quería hacerle nada, no, no ,encima que yo no le creí al principio, y él siempre me estuvo diciendo la verdad. Encima que yo llegué a la casa y lo agredí tanto, lo lastimé mucho. Yo nunca quise hacerle mal. Lo amo con locura. ¿Qué le hice?

Sofía se quebró. Su rostro se cubrió de lágrimas. Temió lo peor. Le asustaba la posibilidad de no volver a ver a Joaquín nunca más. Además se sentía pésimo por no haberle creído de entrada acerca del mago y su mundo.

Debes estar tranquila princesa. Lo que hizo Joaquín es una enorme muestra de amor hacia ti. No te sientas mal, él te ama, y eso será así hasta el fin del mundo. O mejor dicho, de los mundos ,je. Cálmate pequeña, y ahora, entra. Joaquín habría querido que lo disfrutes tanto como él. Entra y desborda de placer, vamos.

El mago abrió la puerta, de la misma forma que Joaquín le había contado. Apoyando la punta de su delgado dedo índice sobre el pesado portón de hierro. Sofía se secó las lágrimas con su manga, recordó el rostro de su amado, y lo imaginó allí, junto a ella, ambos celebrando y gritando de alegría. Se calmó, y fue corriendo hasta dónde estaban los escenarios. La cantidad de gente era enorme. Al llegar, anunciaron su ingreso por el micrófono, y todos la aplaudieron. Se sentía radiante, llena de vida. Dueña de una felicidad que nunca antes tuvo. Sofía gritó, aplaudió, bailó y saltó quién sabe por cuanto tiempo. Todo era hermoso, hasta que de pronto, comenzó a sentirse débil, y se desmayó.
Al despertar, se encontraba de nuevo en la cama de Joaquín. Joaquín seguía abrazándola, pero al parecer, todavía no se había despertado. ¿Sería ese su castigo, dormir eternamente? Sofía lo apartó de sí e intentó despertarlo. Joaco, mi vida, despierta. El muchacho no reaccionaba. Sofía se asustó. Tocó su corazón. No latía. Joaco, por favor no me asustes, Joaco reacciona!! Sofía comenzó a hacerle respiración boca a boca. Era inútil. El castigo ya había surtido efecto. Joaquín jamás abriría los ojos otra vez. Dar a conocer el mundo del mago implicaba un pesado castigo: la muerte. Sofía no lo supo hasta entonces. Mi amor, no puede ser, perdóname, debía creerte desde un principio, perdoname! Sofía parecía desquebrajarse con cada llanto. Su voz ya estaba muy quebrada. Abrazó el cuerpo sin vida de Joaquin, y se quedó llorando sobre él quién sabe cuanto tiempo. Al tomar contacto con su piel, comenzó a pensar que tal vez, ese castigo fue aceptado de buena manera por su enamorado. Quizás, fue más fuerte su deseo de aclararle su vida a la mujer que amaba, que su intención de seguir viviendo atormentándose con la idea de ser un incomprendido, que todos piensen que estaba loco, o que era un ermitaño. Y además, tampoco volvería a ver los horrores y padecimientos que el mundo de hoy nos brinda, y a los que Joaquín tanto les temía. Todos esos pensamientos, sumados a la sonrisa que tenía en su rostro, tranquilizaron a Sofía, quién no hizo más que llamar a la policía dando aviso de la muerte del joven.

Infarto agudo del miocardio fue la causa oficial del deceso. Los médicos saben tan poco de la vida. Pensó Sofía al leer el parte de la autopsia. Ella se encargó de todos los papeles. La fortuna de los padres de Joaquín, derivó en primos y tíos tan lejanos , que ni siquiera vivían en Buenos Aires. Al comunicarles la muerte de su familiar, todos lo tomaron como un hecho de lo más normal y cotidiano. Todos estaban más preocupados en cuanto dinero les correspondería más que en saludar al difunto.
No hubo funeral. No lo consideró necesario. Sofía cremó su cuerpo, y conservó sus cenizas junto a ella, en su pequeña casa del barrio de Caballito. Ya no se sentía mal con ella misma, porque sabía que Joaquín había muerto feliz de aclararle los pensamientos a su amada. Pese a esto , lo extrañaba horrores. Su vida no era la misma. Sus amigos la notaban distinta. Cada vez la veían menos. Se había vuelto más antisocial, más distante. Su familia la había dejado notoriamente de lado. Se apartó cada vez más del círculo de personas que frecuentaba, y comenzaron a tildarla de antisocial. Comenzó a dormir más. Todos pensaron que era por temor a la realidad. Creían que estaba escapando de su presente. Pensaban que no quería asumir la muerte de Joaquín. Pobre tontos, no saben nada, decía ella.
Un día se despertó, y miró el reloj: diecinueve horas, wow, nuevo record! Se dijo a sí misma. Sin duda dormir se había transformado en su actividad favorita. Nada interrumpía los sueños de Sofía.

1 comentarios:

Marcos Andrés Napoli dijo...

Pablito, lo lei, esta buena la idea, es bastante largo para leerlo al monitor ajaja, despues te critico con cerveza de por medio! Abrazo amigo!

Publicar un comentario

 
 
Copyright © progresoyvinotinto
Blogger Theme by BloggerThemes Design by Diovo.com